domingo, 16 de septiembre de 2018

El gobierno de Pedro Sánchez decide enviar las bombas a Arabia.




Las preocupaciones por el uso de estas armas contra la población civil son justificadas. Amnistía Internacional ha documentado el uso de Paveway en varios incidentes en Yemen. Entre otros, el ataque a una vivienda en Saná en la que murieron dos padres y cinco de sus hijos menores de edad en agosto de 2017. En agosto de 2016, otro Paveway impactó en un hospital de Médicos sin Fronteras, causando la muerte de 11 personas.
El 9 de agosto de este año, un bombardeo de la coalición dirigida por Arabia Saudí en Yemen dirigido contra un autobús escolar mató a 50 personas, 29 de ellas niños de menos de 15 años. El ataque tuvo lugar cuando el conductor del autobús, lleno de niños que volvían de excursión, paró en una calle muy concurrida para comprar agua. 
Observadores internacionales también han atestiguado que las fuerzas saudíes han utilizado el mismo tipo de armamento, importado desde países como EEUU, Reino Unido y Brasil, para bombardear de manera indiscriminada a la población civil.
 En la misma línea se expresa el arzobispo de Tánger en las redes sociales: "Si matar da de comer, matemos y comamos. Los muertos, no son de los nuestros. Y a los que huyan de la muerte, ya nos encargaremos de que no vengan a molestar en nuestra casa. Hermoso mundo, que decimos democrático, sólo porque todos nos ponemos de acuerdo en matar y comer."
Frente a un pan “muerto”, que lleva al dominio de unos, con la opresión de otros, y termina en la muerte, Jesús habló en Cafarnaúm de un pan vivo que es Dios: en él vivimos, pudiendo ser también pan vivo, dando así vida a otros. Pero hoy en día parece que hay una economía que, en general, va en contra de este evangelio, pues hombres y pueblos no quieren descubrir las enseñanzas del Maestro, sino que escuchan otras enseñanzas y convierten su vida en una gran lucha por el pan material, con millones de muertos  cada año.
La fuerza militar de las naciones desarrolladas se pone al servicio de la riqueza y el beneficio prostituyéndose hasta límites insospechados. Con ella trafican en especial los comerciantes del imperio, que convierten la vida de los hombres en pura mercancía. Por eso, anhelamos su destrucción  y ver como los comerciantes de armas llorarán, pues no podrán tener lo que tenía su mercado: Oro y plata; piedras preciosas y perlas… La vida humana se compra y se vende en el Mercado del dios dinero donde culminan y se expresan los poderes del imperio. Es muy probable que estos comerciantes no tengan religión ni patria propiamente dicha. Su patria es el negocio de las armas y de la muerte, su religión la ganancia.
En una de sus homilías el papa Francisco decía: "La guerra viene del odio, de la envidia, del deseo de poder y también de aquel afán de más poder". El papa se preguntaba porqué se pretende "resolver" los problemas de la humanidad con una guerra. Y él mismo respondía así a esta pregunta: "Porque para ellos, el dinero es más importante que las personas. Y la guerra es precisamente eso: un acto de fe en el dinero, en los ídolos del odio, en el ídolo que nos lleva a matar el hermano. Todo el mundo habla de paz, pero la proliferación de armas nos lleva a una dirección opuesta". Y añadía aún: "El comercio de armas complica y evita la resolución de los conflictos, en tanto en cuanto se hace fuera de la legalidad".
La venta de las 400 bombas que el gobierno español va a suministrar a Arabia Saudit debería de ser uno de los problemas más graves que  preocuparan al gobierno de Pedro Sánchez y que en general nos debería de preocupar a todos los españoles. Hay amistades que matan. Las ONGS  también denuncian que España podría convertirse en cómplice de la comisión de crímenes de derecho internacional en Yemen debido al riesgo real de que las corbetas se utilicen para llevar a cabo ataques militares directos contra la población civil, ataques indiscriminados o para mantener el bloqueo aéreo y naval impuesto a Yemen por la coalición saudí. Este bloqueo  limita gravemente el flujo de alimentos, combustible y medicinas, lo que viola el derecho internacional humanitario y ha empeorado la catástrofe humanitaria en Yemen. Según el artículo 8.1. de la Ley española 53/2007 sobre comercio de armas, las autorizaciones de exportación de armas serán denegadas “cuando existan indicios racionales de que puedan ser empleados en acciones que perturben la paz.
El Dios de Jesús no es sólo defensor y activista de los Derechos Humanos, sino la encarnación "divina" de esos derechos, oponiéndose a un tipo de mundo actual que miente, engaña y mata, diciendo que defiende los Derechos Humanos, mientras que los utiliza al servicio de su Dinero divinizado.
Mientras la vida física de un tercio de la población mundial se encuentra amenazada por el hambre, el sistema capitalista y los grandes estados siguen buscando su seguridad en el armamento y de esa forma legitiman la violencia militar, pensando que es necesaria para garantizar la paz del mundo.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Haber... ¡algo hay!

 
 
Son numerosas las personas que cuando se les pregunta por sus creencias religiosas te responden:” hombre, haber… ¡algo hay!” Al menos yo me he encontrado con unas cuantas que me han respondido así. ¿Pero  en qué Dios creemos los cristianos? ¿En un “dios difuso’”, un “dios-spray”, que está en todas partes, pero que no se sabe qué es? Dios es “una Persona”, una persona concreta, es un Padre, y por tanto la fe en Él nace de un encuentro vivo, del que se hace una experiencia tangible.
En el Antiguo Testamento, la afirmación “Dios es el VIVIENTE” significa que es el que da vida a todos los seres, que es poderoso y victorioso y está presente con su acción al lado de sus hijos, de modo que por eso podemos poner en Él toda nuestra confianza, por lo tanto, también la interpretación de Dios como persona es sólida porque, independientemente de los supuestos filosóficos, se apoya  directamente en la fe. La Biblia al expresarse en un lenguaje simbólico, presenta en muchísimas páginas la relación entre el hombre y Dios en términos de  yo-Tú. Además los cristianos nos dirigimos a Dios en la oración como a un Tú poderoso y misericordioso, al que podemos abandonarnos con entera confianza. Dios se ha hecho el encontradizo con los hombres en la persona de Jesucristo, pero la experiencia de Cristo consiste en reconocer en Él su vida, sus palabras, sus actitudes y comportamientos con los demás, la donación de Dios sin límites hacia nosotros.  Por nuestra parte la entrega ha de ser absoluta a ese amor, con todo el corazón, aquel que sólo Dios merece y que sólo a Él puede no defraudar,  sabiendo que es Él el que realmente se entrega absolutamente y nunca defrauda. La conversión interior, el cambio de corazón que supone esta experiencia con Cristo es la que puede dar lugar a  actitudes como: “Señor qué quieres que haga” (Hch 22,10) o “ yo sé de quién me he fiado” ( 2 T. 1,12). Pero también es cierto que muchas veces la Iglesia, nuestra Iglesia,  constituye un grave obstáculo y un escándalo doloroso para muchos cristianos comprometidos, callando cuando debería hablar y hablando cuando debería callar, también cuando dice y no hace…
Tampoco faltan en la Iglesia los “fariseos y saduceos” de turno, que bajo engaño de motivaciones religiosas la utilizan para sus intereses sirviéndose y abusando de ella. Así mismo, están los que la denuncian como adúltera y terminan abandonándola buscando a Jesús fuera de ella, liberándose así de lo que ellos llaman tinglado institucional. Sin embargo toda forma de separar a Jesús de la Iglesia  (Jesús sí, Iglesia no) es una alternativa eclesial al margen de la Iglesia de Jesús, que está condenada al fracaso de las sectas.
El seguimiento de Jesús ha de ser comunitario y eclesial en continuidad con la tradición, pues todo intento de “ser cristiano por libre” es una patología eclesial y teológica. La fe no es una ideología racionalista, sino un encuentro con el resucitado, una experiencia de encuentro personal.
Los Evangelios contienen muchos relatos de ocasiones en que Jesús comía  con otros. Él se aprovechó de estas ocasiones informales de compañerismo para compartir verdades espirituales profundas sobre el Reino de Dios. Todos necesitamos momentos  de unión y fraternidad para suplir las necesidades individuales, para conocernos mejor e ir creando lazos afectivos entre los hermanos.
A todo cristiano lúcido  le toca una difícil misión: luchar desde la Iglesia para transformarla evangélicamente aceptando su pecado, caminando hacia su conversión, y en esto estamos todos en proceso, camino…
Los cristianos debemos tener los ojos limpios para reconocer y amar a nuestra Iglesia a pesar de sus años, arrugas y debilidades, pues es la madre que nos ha engendrado en la fe y nos ha transmitido el misterio de Jesús. Cierto, que algunos buscan en la Iglesia “el prodigio” de una santidad consumada, otros buscan poder y protagonismo. Pero no olvidemos nunca que la Iglesia de Jesús lleva en su corazón el escándalo de la Cruz de su Señor (1 Cor 1-17 .31) Y el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos, también da vida al pobre cuerpo de la Iglesia (Rom 8:11) Porque somos hermanos, hemos de ayudarnos mutuamente: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros” ( Galatas 6:2). San Pablo dice lo mismo respecto al sufrimiento: “de manera que si un miembro padece todos los miembros se duelen con él, y si un cuerpo recibe honra, todos los miembros con él se gozan”. San Juan escribió: “En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuvierais amor los unos con los otros” (Juan 13:35)
Recordemos también las palabras del Papa Francisco: “La Iglesia necesita que todos nosotros seamos profetas: no críticos, eso es otra cosa», porque no es ciertamente un profeta que se enfrenta siempre a «un juez crítico, al que no le gusta nada: “No, eso no va bien, no va bien, no va bien, no va; esto debe ser así...””. En cambio, “el profeta es quien reza, mira a Dios, mira a su pueblo, siente dolor cuando el pueblo se equivoca, llora —es capaz de llorar por el pueblo— pero es capaz también de jugársela bien por decir la verdad”.
Pidamos al Señor que no le falte a la Iglesia este servicio de la profecía y que nos envíe profetas como Esteban, que ayuden a revitalizar nuestras raíces, nuestra pertenencia, para ir siempre adelante.