viernes, 25 de abril de 2014

Los divorciados y el papa




Se armó la guerra del divorcio. Guerra política y religiosa.

Diría que es una guerra básicamente humana porque es el hombre como tal quien está en el centro de la cuestión.

Una vez más el hombre es utilizado como campo de batalla por los estrategas aprovechados de la política y por los fanáticos jerarcas de la religión.
Debe reconocerse que la iglesia sugiere a los demás que reconozcan sus propios errores o pecados, mientras ella misma se abstiene de hacerlo. La cuestión sexual en general, y esta del divorcio en particular, la obligan o inducen a entonar un preocupado “mea culpa”, esclarecedor de ideas y de conductas equivocadas, impuestas en el nombre de Jesucristo (mejor diría, por razón de temor y de infierno) y del nombre de la llamada ley natural.

El titulo de “madre y maestra” que a veces se dio a si misma la comprometerían a un sensato magisterio aprendido en la escuela de su único Maestro Jesús y con los logros que las ciencias de hoy ofrecen, como también a una entrañable maternidad con las personas que cuanto más sufren más hijas suyas son.

La iglesia procuro el bien da institución matrimonial, dejando de lado el bien de las personas y de las parejas. Creo que ponerse al servicio de la institución, de la ley de la norma o del contrato o al lado de la persona, da libertad, y del amor e un desafió básico y permanente para los cristianos.
     
No tomemos la cuestión desde un punto de vista sentimental ni relacionemos automáticamente divorcio pecado. Tanto la estabilidad de la pareja como la ruptura (divorcio) son un hecho humano y social. Resulta indiscutible que el matrimonio, a través de épocas , culturas y sistemas sociales se considero como la unión de un hombre y una mujer de larga duración. El matrimonio es pues, un proyecto estable, firme , sólido, de vida en común.

Ahora bien, por mil y una circunstancia y por la limitación humana puede haber fracasos y naufragios y los hay. De hecho el divorcio se da ciertamente tenemos que contar con la dialéctica entre la aspiración  a lo ideal, lo deseable y la realidad. Tanto el compromiso fiel como la limitación y el error son humanos.
De este modo consideramos el matrimonio como unión estable y firme por el amor, pero non indisoluble por naturaleza o por ley natural, “porque sí” podríamos decir.
La misma iglesia católica declaro disueltos matrimonios “naturalmente “ validos e legítimos.

La alegaciones contra la permisión legal del divorcio para las parejas fracasadas deben contemplarse con la prudencia jurídica necesaria pero non son consistentes para llegar a negarlo, como tampoco pesan  de hecho, por desgracia, razones tan importantes como el derecho al trabajo estable, a una vida digna y amplia etc.
Razones que también atacan el matrimonio.

En los primeros siglos del cristianismo, el matrimonio era un contrato entre particulares. El matrimonio y el divorcio eran asuntos privados. Con Constantino, la Iglesia Católica pasó a ser religión oficial. Los obispos toman el mando, se entrometen en todos los asuntos y arruinan la comunidad de iguales. El obispo Ignacio de Antioquía proclama: «los varones y las mujeres deberán tener la autorización del obispo para casarse, pues sólo lo que él aprueba es del agrado divino». Los obispos se creyeron representantes de Dios, y exigieron fe ciega a sus normas, cayendo en los vicios autoritarios que Jesús de Nazareth condenó. Jesús sólo proclamó un mensaje: la libertad de los hijos de Dios. Sólo nos dio un mandato: amaos los unos a los otros.

La Iglesia siempre ha sentido resentimiento contra el cuerpo, el sexo y la mujer. La Iglesia siempre ha querido reglamentarlo todo, y se mete en todo tipo de cuestiones: control de la natalidad, parejas de hecho, relaciones prematrimoniales, matrimonios homosexuales, como si la Iglesia fuera experta en todo. Mejor se dedicaban los obispos a levantar las alfombras de sus palacios, para dejar a la luz toda la basura, pecados, corrupción y pederastia que ocultan. Que se miren al espejo. Y que no quieran darnos clases de nada. Dios nos ha dado una cabeza para pensar. Pues pensemos, y no permitamos que nos digan lo que tenemos que hacer, como si todavía fuéramos niños.

 Lombardi no confirma ni desmiente que Francisco permitiera comulgar a la mujer de un divorciado

Esta es la rectificación vaticana del P. Lombardi:

“Declaracion del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede
En el ámbito de las relaciones personales pastorales del Papa Francisco ha habido diversas llamadas de teléfono.

Como no se trata absolutamente de la actividad pública del Papa no hay que esperar informaciones o comentarios por parte de la Oficina de Prensa.
Las noticias difundidas sobre esa materia -ya que están fuera del ámbito propio de las relaciones personales- y su amplificación mediática no tienen por lo tanto confirmación alguna de fiabilidad y son fuente de malentendidos y confusión.
Por lo tanto hay que evitar deducir de esta circunstancia consecuencias relativas a la enseñanza de la Iglesia”

Estoy seguro de que esta declaración ha sido consultada con el Papa y que se ha hecho encaje de bolillos para redactarla. Así ha salido. A algunos les parecerá insuficiente. Era necesaria y a mí me basta. Aunque no me entusiasme. Lo que me entusiasmaría es que en lo sucesivo nos ahorre Su Santidad más desmentidos, exégesis, puntualizaciones, rectificaciones y demás. Tantas cosas buenas como nos dice es lástima que periódicamente otras nos suman en la perplejidad. Aunque luego se aclaren. Más o menos.


domingo, 20 de abril de 2014

Vivir hoy la resurrección





Vivir hoy la resurrección

Si nuestra esperanza en Cristo se limitara sólo a los límites de esta vida, seriamos los más desgraciados de todos los hombres. La profesión de fe en la resurrección es la respuesta a las apariciones; sólo ellas redujeron la ambigüedad del sepulcro vacío y dieron origen a la exclamación de los apóstoles: resucito verdaderamente. Los evangelios nos transmiten los siguientes datos: Las apariciones son descritas como presencia real y carnal de Jesús, come, camina con sus discípulos, se deja tocar, oír y hablar con ellos. Su presencia es tan real que puede ser confundido con un viandante, con un jardinero o con un pescador.

En Jesucristo recibimos la respuesta definitiva de Dios de que no fue la muerte si no la vida, la última palabra que Dios pronuncio sobre el destino humano.

Nosotros experimentamos en el espíritu la resurrección de Jesús porque tanto el como su causa se nos presenta como realidades vivas y victoriosas. No se puede separar absolutamente la experiencia de los primeros discípulos de la nuestra, y, si eso es así, también en la historia será posible una experiencia semejante a la de los primeros discípulos.

No podemos esperar que en la historia aparezcan apariciones del resucitado como las que narran los Evangelios, pero cuando reaccionamos con misericordia y amor, cuando tenemos la capacidad de dar la propia vida para dar vida a los otros, eso es vivir… Los cristianos de Corintio, por poner un ejemplo de los orígenes estaban convencidos de que vivían ya la plenitud porque si no fuera así vacía sería su predicación.

Y lo pensaban así porque vivían signos extraordinarios por todas partes: milagros, don de lenguas etc.; que parecían triunfar sobre la realidad de lo cotidiano. Los apóstoles comienzan a predicar sin miedo y con audacia, y parecen contentos aun en medio de las persecuciones alegres de tener sufrido algo por Jesús (hech. 5.41).
Los discípulos que se encontraron con el resucitado viven una nueva vida, con sentido y con gozo. No parecen estar “tristes”, están acosados pero no abandonados (2 Cor 4,8) los discípulos notaron un cambio en sus vidas, pero no tan sólo porque en un primer momento pasan del miedo a la valentía, si no porque en el medio de los trabajos y de los esfuerzos que les sobrevinieron actúan con libertad y con gozo.
Los discípulos dan testimonio de que ellos también viven ya de algún modo la plenitud de la resurrección lo que hay de triunfo en la resurrección no quedo tan sólo en Jesús, si no que se desbordo y cambio la calidad de sus vidas. El error consiste en pensar que se vive más en el mundo de la resurrección cuanto menos se vive en el mundo histórico.


Pablo desafía a cualquiera que dude de esta veracidad , sencillamente a que pregunte a cualquiera de los testigos que estaban todavía vivos 1ª cor 15:6.

Y lo cierto es que los enemigos de Cristo no refutaron la resurrección, con la ocasión de la predicación de Pedro en el día de Pentecostés,  únicamente callaron, ¿Por qué? Por cuanto sabían que la evidencia del sepulcro vacío era una realidad que podía ser comprobada por cualquiera.

Las vidas transformadas de los discípulos son una evidencia de la resurrección.

Santiago, el hermano de Jesús, antes menospreciaba todo cuanto Jesús defendía, ahora él mismo se describe como “siervo de Dios y del Señor  Jesucristo.”
 Santiago 1:1

            Todos con la excepción de Juan murieron en el martirio.

Las vidas transformadas de millones de hombres y mujeres a lo largo de casi 2.000 años de historia corroboran la veracidad de la resurrección de Cristo.


1.6.7. Más sobre una supuesta alucinación.

Es interesante destacar aquí, ante la sugerencia de que lo que vieron los discípulos fueran alucinaciones, que científicamente está demostrado que “los hombres sujetos a alucinaciones nunca llegan a ser héroes morales. Sin embargo el efecto de la resurrección de Jesús fue continuo, y la mayoría de estos discípulos testigos, sufrieron la muerte por predicar esta verdad.

Es imposible que dos personas tuviesen la misma alucinación al mismo tiempo, e igualmente imposible que unas 500 personas de estado mental y temperamento promedio, en número variados, en tiempo diferentes, y en situaciones muy variadas experimentaran toda clase de impresiones sensoriales, táctiles, auditivas y visuales, y que todas estas estuvieran basadas en una supuesta alucinación colectiva.

Las alucinaciones generalmente están restringidas a un tiempo y lugar en que ocurren, precisan de una atmósfera nostálgica, o en una ocasión en la que se adopte una postura reminiscente, exigen que la gente tenga un espíritu ansioso, que es la causa de que su deseo llegue a ser el padre del pensamiento...., pero ninguno de estos casos se aplica a la realidad de Cristo resucitado. Ellos no entendían la resurrección, fueron sorprendidos por esta realidad, anunciada con anterioridad pero incomprensible en aquel entonces.

Las apariciones en realidad fueron contra la voluntad de los discípulos



 
Me gustaría compartir un texto extractado de Xabier Pikaza:

http://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/tag/xavier-pikaza/


el evangelio de Marcos viene a presentarse como gran relato de la “aparición pascual completa” o, mejor dicho, de la presencia histórica de Jesús resucitado, que se ha ido revelando a lo largo de su evangelio, escrito como proclama pascual y recuperación de la historia de Jesús (las dos cosas el mismo tiempo), tras la destrucción de Jerusalén (70 d.C.) y tras el fin de un tipo de iglesia judeocristiana, probablemente desde Galilea/Siria (pero recuperando un testimonio abierto a Roma). De esa forma, tras esa inmensa ruina de Jerusalén (que los judíos rabínicos han superado de otra forma muy significativa, volviendo a la Ley, en su concreción social y nacional), el evangelio de Marcos ha contado la “pascua histórica” de Jesús como principio de una misión eclesial para todas las naciones, partiendo del mensaje y comienzo de Reino que Jesús inició en Galilea.

¿Cómo ha sido esa “vuelta”? ¿De qué forma ha sucedido, a pesar de la huída y del miedo? Quien pida a Marcos que responda de manera externa a esas preguntas es que no ha entendido el evangelio. Hay cosas que se dicen, hay explicaciones que se deben dar, pero otras, las más importante, han de quedar en la penumbra, en el silencio más intenso, y entre ellas se encuentra la forma en que las mujeres lograron “convertir” a otros discípulos y a Pedro, para que dejaran la tumba vacía de Jerusalén y volvieran a la patria del evangelio que es Galilea, para ver allí a Jesús Nazareno, el crucificado, iniciando desde allí el camino de evangelio a todas las naciones (13, 10; 14, 9).
Entendido así el final de Marcos, Galilea es mucho más que un lugar geográfico, es la totalidad del evangelio al que ha de volverse tras la ruina (tumba) triunfante (vacía) de Jerusalén, para recrear desde allí el mensaje y camino del Reino. Por eso, debemos concluir este argumento diciendo que, en un plano, en un momento, las mujeres no fueron, porque tenían un gran miedo, pero, en otro plano, en otro momento, ellas fueron, pues de lo contrario no se podría haber contado esa historia.

En un sentido, ellas huyeron, pero en otro, según 14, 3-9, no sólo fueron de hecho, sino que contaron a los otros discípulos lo que habían descubierto y sentido, su experiencia de Jesús/Perfume, de manera que ellas son las iniciadoras (fundadores) de la iglesia, que debe extenderse y se extenderá a todo el cosmos (13, 10; 14, 9). En esa línea, podemos afirmar que Marcos ha terminado su texto a modo de pegunta implícita, diciendo a los lectores: ¿Queréis ir vosotros? En ese sentido podemos añadir que su evangelio retoma y cumple la función de las mujeres, diciendo a sus oyentes y lectores que la tumba de Jerusalén está vacía y que Jesús ha resucitado, para conducirles (conducirnos) otra vez a Galilea, donde le veremos .

Lógicamente, las apariciones concretas de Jesús resucitado resultan innecesarias. Para Marcos no hay un evangelio de apariciones posteriores, separadas de la “vida pascual” que él ha escrito. Su evangelio es, según eso, la epifanía histórica del Cristo resucitado. Lo que a un nivel es narración y recuerdo de la vida de Jesús (de algo pasado) viene a presentarse a otro nivel como testimonio de presencia pascual.

También a nosotros, lectores y oyentes del siglo XXI, deben convocarnos las mujeres de la tumba vacía, volviendo del miedo que les había dominado. Con ellas tenemos que volver a Galilea, para retomar así la trayectoria del Reino, en el lago de las tormentas, en la montaña donde Jesús escogió a sus misioneros, en las tierras del entorno (Gerasa, confines de Tiro….), movidos por la esperanza del Dios para quien nada es imposible (cf. 10, 27) .

Si Marcos no habla de apariciones pascuales de Jesús no es porque las ignore (parece imposible que no conozca la tradición de fondo de 1 Cor 15, 3-7), sino porque, a su juicio, la “pascua cristiana” ha de anunciarse de otra forma, en la línea de todo su evangelio. Eso supone que el relato del sepulcro vacío (16, 1-8) ha de entenderse a partir de Betania, donde se ha celebrado la presencia de Jesús/Perfume (14, 3-9), para pasar de allí a Galilea, extendiendo el evangelio a todo el cosmos (cf. también 13, 10). De esa manera, el texto de Marcos culmina (¡en forma textual!) con el relato de unas mujeres (no de unos hombres-varones, como Roca y los Doce) que empiezan buscando el cuerpo de Jesús para embalsamarlo.

– Más tarde llegarán las formulaciones teológicas de tipo más formal (litúrgico, dogmático), pero antes, en el comienzo de la Iglesia, según Marcos, tenemos a esta mujer, elevándose como primera cristiana y principio de la Iglesia, en el mismo banquete funerario donde otros querían celebrar la muerte de Jesús. En este sentido, podemos decir que el evangelio es la comprensión pascual de la muerte de Jesús, y puede expresarse en forma de unción y perfume que brota de ella. Por eso, donde se anuncie el evangelio se dirá lo que ha hecho esta mujer, la forma en que ha logrado comprender la muerte de Jesús como resurrección de vida (perfume).

Jesús mismo es el perfume abierto y expandido (comunicado) desde el vaso de alabastro roto. Aquí y ahora, este Jesús-perfume es el mayor derroche generoso de vida, a favor de los demás, es la Palabra de Reino que a todos vincula. La resurrección no es algo para “luego” (al fin del tiempo), sino algo aquí, un misterio que se anuncia y se expande en la vida de los seguidores de Jesús. Él mismo, Jesús, es ya el evangelio. Por eso, esta mujer que lo ha comprendido y mostrado, ante todos (antes que todos), en gesto de amor, forma parte del mensaje cristiano: es una encarnación concreta de ese evangelio.

La casa de Simón leproso, en el entorno de Jerusalén, es ya casa pascual donde se reúnen los discípulos de Jesús, para recordarle mientras comen.
La misma localización (Betania) puede entenderse en esa línea (como en el caso de la resurrección en Lázaro en Jn 9) como signo de resurrección de Jesús y de nacimiento de la Iglesia. La memoria de esta mujer (mnêmosynon autês: Mc 14, 9) pertenece a la raíz de la vida de la iglesia, como la memoria eucarístico de Jesús.

Los paralelos extramarcanos presentan la eucaristía como anámnesis o memoria de Jesús (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 23-25) y el mismo evangelio de Marcos se refiere al pan de las multiplicaciones y la barca como fuente de recuerdo eclesial (cf. mnêmoneuein: Mc 8, 18). A los discípulos les cuesta conservar la memoria activa del pan y por eso desconocen a Jesús y siguen ciegos, no sólo en esta unción de Betania, sino en la misma escena eucarística que sigue (cf. Mc 14, 12-31 donde culmina el tema de los panes). Esta mujer, sin embargo, ha comprendido, volviéndose elemento integral de la memoria de Jesús, una memoria que deberá pasar de Betania en el entorno de Jerusalén a Galilea, como seguirá diciendo 16, 1-8.


La pegunta es ¿cómo se pudo pasar de la muerte de Jesús a la experiencia de pascua, y cómo a partir de la pascua (simbolizada por la tumba abierta) Marcos tuvo que recuperar la historia de Jesús, dentro de la Iglesia?

En un sentido historicista resulta difícil precisar lo que pasó, pero el final de Marcos (16, 1-8) nos ayuda a entenderlo, aunque no dice de un modo directo aquello que Dios hizo en la tumba, ni cómo transfiguró/resucitó a Jesús (¡eso no puede decirse con lenguaje humano!), sino aquello que las mujeres descubrieron cuando “fueron” (de un modo simbólico y, quizá, también histórico) al sepulcro para “ungir (sacralizar) a un muerto”. Esas mujeres no pudieron hacer lo que querían, porque no fueron capaces de encontrar al “muerto” a quien deseaban sacralizar con perfumes… y, además, porque ese cuerpo (el sôma de Jesús: cf. 14, 3) había sido ungido ya en casa de Simón Leproso (14, 3-9, como he dicho. Eso significa, a mi entender, que hay una intensa conexión entre esos dos pasajes (16, 1-8 y 14, 3-9), y ambos han de verse y entenderse unidos.


Sea como fuere, la transformación del cadáver para la muerte en perfume para la vida constituye una expresión radical de pascua. En ella se transmite la verdad y contenido del signo de la tumba vacía, donde (en consonancia con del perfume de la mujer y de la palabra de Jesús, que la defiende) escuchamos la palabra del joven que dice a las mujeres que Jesús ha resucitado (es buen perfume) y les manda que expandan su mensaje y vayan con el resto de los discípulos a Galilea .




viernes, 18 de abril de 2014

La pasión de Cristo





En el sermón de la cena, Jesús mostró una serenidad imperturbable. De allí se dirigió a Getsemaní. Era un campo pequeño plantado de olivos, de donde salio el joven de quien nos habla San Marcos, (Mc14,51). Allí se dirigió a sus  discípulos para retirarse a orar.
            Jesús pasó muchas noches en oración. Desde el principio de su predicación lo vemos seguir esta práctica. En vísperas de los grandes sucesos, por ejemplo, en la elección de  sus apóstoles, se entrega a una prolongada oración (Lc 6,12). Pero ningún de los acontecimientos pasados era comparable con este. Se trataba de la lucha suprema.
            Jesús siente real y verdaderamente tristeza, una tristeza infinita, pero sabemos por San Pablo que el Redentor tenía que ser “probado en todo a nuestra semejanza menos en el pecado” (Hbr 4,15).
            La actitud de Jesús en semejante desolación es la de dirigirse al Padre en busca de consuelo. Y esto por medio de la oración. “Hágase en mi  tu voluntad” (Mt26,42)¡ Y Qué obediencia, qué respecto, qué amor a la voluntad del padre! No lo dispenso el Padre de beber el Cáliz, pero le envío un ángel. Jesús se dejó consolar.
            Es posible que a nosotros no se nos aparte el Cáliz y nos veamos obligados a beberlo, pero tendremos en virtud de nuestra oración, la fuerza necesaria para beberlo sin desfallecer. La oración no vuelve del cielo nunca vacía. Podrá ser que no cambie el curso de los acontecimientos pero nos cambia a nosotros, y eso es lo que más interesa.
            El asombroso acontecimiento en el Monte de los Olivos brinda muchas enseñanzas. A caso nos guarden en la vida muchas desgracias y pruebas. No hay vida humana sin sufrimientos. Pero, aún que tengamos que derramar gotas de sangre recitemos la oración “Padre, no se haga lo que yo quiero, sino lo que tu quieres” (Mt26,39).
            ¡Que magnifico ejemplo de cumplimiento fiel de la misión, plenamente reconocida, nos da Cristo en el Monte de los Olivos, cuando suda gotas de sangre. Perseverar en el cumplimiento del deber, permanecer fiel a los principios, ofrecer a pecho descubierto las desgracias: todo eso nos enseña el ejemplo del Señor.
            Si a Jesús le fue necesaria la Cruz para entrar en la gloria, también a nosotros. Para aprovecharnos de ella, deberemos, en primer lugar, recurrir a la oración. Retirémonos, busquemos la soledad, y en ella oremos con reverencia. Suframos con paciencia: Imitemos a Cristo: ¡Con qué dulzura recibe a Judas, que lo iba entregar! Se dejó besar. Ante Pilato Jesús callaba (Mt26,63) le escupieron, lo coronaron de espinas, desgarraron  sus carnes, y el manso como un cordero.

domingo, 13 de abril de 2014

Xabier Pikaza: Teodicea. Itinerarios del hombre hacía Dios



Xabier Pikaza conoce muy bien a Dios y entiende perfectamente los signos de los tiempos. Sus palabras y sus escritos son un desafío - incómodo muchas veces - en medio de una Iglesia indiferente, apática, en medio del pecado que abunda, en medio de la tibieza, en medio del confort de una iglesia jerárquica cómplice del sistema opresor que produce oprimidos y deprimidos en serie.

Sus libros  y sus artículos publicados en su blog constituyen un verdadero tesoro para el pueblo cristiano de estos tiempos, y la señal de que Dios habla en este tiempo buscando  siervos y siervas que le respondan.
Xabier Pikaza uno de los mejores teólogos de este país. Después de toda una vida hablando de Jesús y del Evangelio.
Nació el 12 del VI de 1941 en Orozko, Euskadi.
– Ha cursado estudios en la Universidad Pontificia de Salamanca (Doctor en Teología), en la Universidad de Santo Tomas (doctor en Filosofía) y en Instituto Bíblico (Roma); ha ampliado estudios en las universidades de Hamburg y Bonn (Alemania).
– Ha sido religioso de la Orden de la Merced y presbítero de la Iglesia católica, siendo catedrático de la Universidad del Episcopado Español. Ha debido abandonar la enseñanza oficial y ha renunciado a la vida religiosa. Actualmente está casado con M. Isabel Pérez Chaves.
– Doctor en Teología por la Univ. Pontificia de Salamanca (1965), con una tesis sobre Dialéctica del Amor en Ricardo de San Víctor
– Doctor en Filosofía por la Univ. de Santo Tomás de Roma (1972), con una tesis sobre Exégesis y filosofía en R. Bultmann
– Licenciado y candidato a doctor en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma (1972)
Es importante que en este mundo trivializado y gris, sin utopías ni ilusiones encontrar a personas como Xabier Pikaza,
que por su modo de ser, comuniquen luz y ánimo para que podamos ser humanos y cristianos. A estas personas hay que buscarlas como se busca una perla preciosa y el agradecer a Dios el haberlas encontrado. Teólogos como Pikaza, Meier, Joachim Jeremías, Bonhoefer… son este tipo de personas y teólogos que no siendo en “todo perfectos “se muestran humanos y comunican dignidad, esperanza, amor y sentido de la vida.
Sí, Jesucristo es la única persona que puede decir siempre y en todo momento, en presente sin apelar a un pasado para nosotros inexistente o a un futuro desconocido: Yo Soy. Jesucristo, por ser Dios, es Amor, y por eso no es un Fue cansado ni un Será dubitativo, sino un Es amante, que no se agota amando, pues el amor perfecto, divino, a diferencia del humano, no tiene fin. He aquí la esencia misma del Amor de Dios. Amar sin poder, sin querer dejar de amar.
Lo importante para nosotros no es lo que quiere la Iglesia, sino saber lo que quiere Jesús.
No por un interés personal, sino pensando en todos los hombres y mujeres para el que el mensaje de la Iglesia institucional se ha vuelto extraño. ¡Cuántas leyes impuras y duras, cuantas esperanzas y consuelos falsos turban todavía en nuestros días la palabra límpida de Jesús y dificultan la verdadera conversión de muchas personas!. Cuando las Sagradas Escrituras nos hablan del seguimiento de Cristo predican la liberación de los hombres y de las mujeres con respecto a todos los preceptos humanos, con respecto a todo lo que nos oprime y nos agobia y a todo lo que oprime y atormenta las conciencias. Todavía hoy en día es muy difícil caminar por el estrecho sendero de las decisiones eclesiásticas manteniéndonos en la inmensidad del amor de Jesús para con todos los hombres.

Si existiera un premio Nobel para la teología no me cabe duda de que Xabier Pikaza sería merecedor de él por sus magistrales obras.


Sobre un mundo con mucho mal e inmenso sufrimiento, miles de hombres y mujeres gritan cada día: « ¿Dónde estás, oh Dios?» (Salmo 42). Por eso, más que un Dios como enigma racional, me ha importado el Dios comprometido con los hombres, y así me he atrevido a trazar su itinerario de una forma práctica, desde una perspectiva cristiana.
Empezaré hablando del hombre como viviente a quien Dios mismo despierta a la existencia personal y social; quiero dejar que Él se revele en el mismo corazón de nuestra vida humana. Expondré después los argumentos a favor o en contra de Dios, tal como han sido planteados en la filosofía de Occidente, lugar donde ha surgido la cuestión de la teodicea como juicio que la historia eleva frente a Dios.
Contemplaré al ser humano como pregunta teológica: abierto a Dios, viviendo en amor y libertad, pero capaz de negarle y suicidarse. Y estudiaré las grandes paradojas que suscita Dios, a quien solo podemos conocer ensanchando el horizonte de nuestras razones y experiencias. Así concluye este itinerario, dejando abierto el camino a la posible fe religiosa.

Ésta es una prueba, que el mismo Tomás de Aquino había insinuado en la Summa Theologica (I-IIae, q.9, a.6), afirmando que el hombre sólo puede obrar (amar) porque Dios le ha impulsado para hacerlo, en una línea que yo he simbolizado en el gesto de la madre y del padre (cf. tema 3). Pues bien, sin negar ese principio, quiero añadir que el amor de madre-padre resulta insuficiente para entender lo que somos y para realizarnos como humanos, pues nos impulsa y eleva un movimiento más fuerte de amor enamorado, descubierto y descrito por poetas y místicos, empezando por San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti» (Confesiones 1, 1 ,1).

Dios no quiso hacernos «para él», es decir, como servidores suyos, con un fin egoísta (tenernos sometidos bajo su dominio), sino para que pudiéramos ser nosotros mismos (es decir, seres en libertad), en comunión con él y con todos los demás. Dios se define así como infinito (trascendencia) de amor, que existe en sí, pero impulsando y haciendo que las restantes realidades sean. En esa línea añadiré que la meta del hombre no es hacerse Dios (y dejar así de ser humano), sino hacerse y ser plenamente humano, en comunión con Dios, en diálogo personal de amor, que puede superar las fronteras de la muerte.

Dios no llena el espacio de la realidad para ser el único existente, sino que lo hace vaciándose de sí, como contrayéndose, para abrir un espacio de vida en amor, a fin de que los hombres podamos ser y buscarle en libertad y encontrarle en gozo compartido (en donación mutua de vida). Este camino de amor es la prueba de Dios. Quien la recorra y valore sabrá que el Amor es lo primero, y podrá descubrir a Dios como Amante que se ha vuelto Amado, pues quiere (y nos capacita para) que le amemos.
Ésta es la grandeza de Dios, que no quiere presentarse como único Amante (de manera que nosotros simplemente le acojamos, dejándonos ser), sino como aquel que tras amarnos (al hacerlo) se vuelve Amado (como necesitado de amor), abriendo un camino de vida a los hombres, como indicaré, con la ayuda de Juan de la Cruz, en este capítulo que he puesto al principio de las pruebas de Dios en nuestra vida (acción, libertad, historia, comunicación) .

1. Ausencia provocadora. Como ciervo huiste
Dios (Vida originaria) nos despierta a la conciencia no solo para que él nos pueda amar, sino para que podamos responderle amando, es decir, para buscarle apasionadamente como Amado, saliendo a su encuentro a través de una fuerte y arriesgada travesía que define nuestra existencia. Nada de aquello que sabemos o tenemos fuera de él ha podido despertarnos de esa forma, poniéndonos en marcha, no para esperar pasivos el amor que viene, sino para salir a su encuentro, buscando al Amado, como saben y cantan unos versos de Juan de la Cruz:

a. ¿Adónde te escondiste?

Ésta es la prueba del amor activo (ardiente) que han podido descubrir y describir grandes poetas y místicos, en la línea de Juan de la Cruz, que empieza presentando a Dios como presencia efusiva (insinuante) de amor, que brilla un momento y parece marcharse, para que podamos ser nosotros mismos y para que así, en libertad activa, le busquemos, como dice el salmo del amante desterrado:

Como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten ¿dónde está tu Dios? (Sal 42, 2–4) .

Busca agua la cierva por necesidad biológica, y el amante humano busca a Dios porque tiene otra sed, porque le ha podido ver y se siente desterrado, lejos de su templo (casa, santuario) y quiere recorrer el camino anhelado, sufrido, que le lleva en amor al Señor de las Aguas, el único que puede saciar su deseo de vida (el Amado). Este amante desterrado tiene quizá otras personas a su lado, pero ellas no le sacian, sino que incluso, a veces, le hieren, preguntando ¿dónde está tu Dios? para acusarle diciendo que esta des-amparado, que nadie le espera, que su llanto carece de respuesta. Con esta imagen del ciervo del salmo, que es un fiel desterrado, que busca agua de amor, retomamos nuestro itinerario, siguiendo el testimonio de Juan de la Cruz. En la tradición amorosa, la imagen del ciervo que es signo del alma (persona) que anhela a Dios y busca el agua, ha venido a convertirse en figura del mismo Dios que ha herido al hombre, poniéndole en movimiento para que inicie el camino de amor, itinerario de su vida. La experiencia religiosa se define así como revelación y presencia, es decir como incitación (invitación) al amor, según sabe y dice Juan de la Cruz, al principio del Cántico Espiritual (CB 1). Que los hombres puedan amar y que lo hagan de una forma apasionada, buscando al Amado, es una prueba intensa de la existencia de Dios:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

El hombre despierta a la vida en amor sabiendo que Alguien le ha mirado y le ha llamado. En el principio ha existido un brillo o vislumbre antecedente, un pre-sentimiento de Aquel que nos ha despertado a la conciencia por (para) el amor, es decir, Dios. En esa línea, el hombre no aparece ya como un simple ser pasivo, a quien otros han de amar, sino como amante muy activo en busca de Amado (es decir, de aquel que le ha llamado a la existencia).

En este contexto se sitúa nuestro «itinerario» de Dios, y es necesario un «mapa» que nos oriente y sitúa en la marcha. El hombre no empieza buscando en la nada, sino respondiendo a la rápida señal (chispazo) de Aquel que le ha engendrado en amor al herirle. Ese brillo han sido unos ojos fugitivos de amor infinito, que aparecen y miran por un instante en el bosque, para luego desaparecer, dejando así un hueco iluminado para la búsqueda más honda, para la travesía más intensa.

Conforme al signo de Gn 2, 18-20, Adán vivía en un paraíso de plantas y animales, y así estábamos nosotros, trabajando en solitario, sin reconocernos nuestro destino más alto, ni entender el sentido de nuestra existencia: Por qué, ni para qué, ni cómo. Sólo cuando el Amado (ella o él), aparece en el horizonte del bosque-jardín, cuando mira con total intensidad y pasa raudo tras herirnos con sus ojos, podemos despertar y despertamos, como supo de algún modo el mismo Adán diciendo ante Eva: «Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos» (Gn 2, 23-24). Pero en el principio de la gran herida que nos despierta en amor a lo que somos de verdad no está simplemente Eva, ni otro Adán, sino el mismo Dios que nos hace para amarle.

Este Amante (ciervo) del Cántico se ha ido, tras mirarnos (engendrarnos) en amor, abriendo así un hueco en nuestro corazón para que le busquemos (haciéndose nuestro Amado), tras haber recibido su impacto. Así se expresa el a priori (fundamento) real de nuestra realidad, como buscadores de amor, personas: Despertamos a la vida cuando el Amante nos llama, y nosotros respondemos para buscarle como Amado a quien queremos confiar nuestra vida, realizándola con él, como suponen los versos de Juan de la Cruz .

El amor del que nacemos aparece así como gran herida de Dios que nos hace superar la naturaleza donde estábamos dormidos, para despertar como personas y buscarle, queriendo en él a todos los demás seres humanos. Nos ha despertado el Amante con su «flecha», y así podemos responder, buscándole como Amado. De una herida del Amante hemos nacido, surgiendo en el hueco que ha dejado al impulsarnos con sus ojos y marcharse, de manera que podamos (debamos) buscarle, por pasión de amor, no por imposición de naturaleza.

b. Salí tras ti clamando. Un itinerario

Desde ese fondo descubrimos que nuestra raíz no es el pecado (no somos unos desterrados, almas caídas del cielo), pues de una llamada de amor hemos nacido y así podemos responder amando. El Amor nos ha creado, y así somos capaces de enamorarnos, pues él nos amó al mirarnos y llagarnos con su flecha (es Amante) y nosotros le deseamos ahora como Amado, no simplemente como madre o padre (cf. tema 3).

1. ¿Adónde te escondiste, Amado? Este comienzo del Canto supone que el Amante se ha elevado un momento y nos ha mirado, para luego esconderse, tras herirnos (enriquecernos), a fin de que respondemos buscándole como Amado. Este ocultamiento es una experiencia fundacional (e histórica), que define la vida de amor de los hombres, como supone el Cantar de los Cantares (cf. 3, 3; 5, 6; 6, 1). Lo primero ha sido una vislumbre (una visión) de la que brota todo lo que somos, la vida personal (el despertar humano) que se va tejiendo a través de esta ruptura (dejar lo antiguo: madre, padres) y de esta búsqueda incesante, pues sólo podemos alcanzar nuestra Verdad (que es el Amado) allí donde logremos encontrarle, sabiendo que con él y en él tendremos todo aquello que buscamos. Esa herida y esta búsqueda definen nuestro itinerario hacia el Amado por el gran «mapa» de nuestra vida, porque el Ser de amor sólo se expresa y despliega al ser buscado .

2. Y me dejaste con gemido. Este gesto marca nuestra debilidad y traza nuestra máxima grandeza, como seres que debemos crecer a partir de la privación que surge de la ausencia del Amante, a quien buscamos ya como Amado (cf. Mc 2, 19-20). Con gemido nace el niño y muere el hombre, como destacaba Buda, descubriendo en el fondo del llanto primero una llamada dirigida hacia la Vida: El hombre llora (es dolor) por nacimiento y muerte, por posesión y carencia de cosas, pero, sobre todo, por ausencia y búsqueda amorosa. Este gemido que nace de la ausencia del Amante es necesario y positivo, pues nos dice que él existe, pues nos pone en marcha y nos impulsa a buscarle como Amado (descubriendo así nuestra realidad en esa búsqueda); no es dolor de primer nacimiento, ni soledad de niño huérfano, ni angustia de muerte, sino gemido de amante (hombre o mujer en plena madurez) en busca de su Amado.

3. Como el ciervo huiste. El Amante no es cordero manso, quieto en el redil y sumiso, sino ciervo misterioso, fugitivo, en la naturaleza sorprendida, apareciendo y mirando como amado, y ocultándose raudo, tras darnos así fuerza para que así salgamos a buscarle. El Amante desaparece como si estuviera ocupado en otras cosas y tareas, y sin embargo le buscamos como Amado, porque estamos seguros de que nos ha mirado y despertado porque quiere que le amemos, para así ofrecernos la vida de su gracia: Sabemos que nos ama y que su ocultamiento es un modo de ofrecernos su presencia, y así nos impulsa, dejándose amar, para que sigamos buscándole. Es como animal impredecible y raudo, sobre un bosque de sorpresa y misterio, es Amante que quiere ser Amado, y que por eso se esconce y nos invita a que le busquemos. El hombre sabe que su vida ha de ser un camino de amor, pues el Amante se lo ha dicho al mirarle, antes de haber huido. Se sabe llamado al amor, pero se descubre solo y perdido, en el bosque de la vida, inmerso en un dolor que le precede (ha sido abandonado) y que le impulsa (tiene que llamar, busca al Amado).

4. Habiéndome herido. Nietzsche pensaba que el hombre es un animal enfermo, que ha perdido la inmediatez instintiva que le permitía situarse y responder ante la naturaleza de la que forma parte. Un tipo de tradición católica ha solido afirmar que el hombre ha quedado herido o dañado a causa de un pecado original, que le quitó su conocimiento superior y su perfección originaria. El mito de Platón tomó esta herida como desgarramiento y caída, pérdida de cielo y división humana, pues éramos redondos y nos han partido en dos, y de esa forma cada mitad busca por amor la otra mitad perdida (Banquete). Pues bien, Juan de la Cruz ha interpretado esa herida como huella de Amor, que nos impulsa hacia el Amor completo del Amado, a quien debemos buscar todos, activamente. No es herida de pura carencia (como Nietzsche suponía), sino de exigencia creadora, que nos permite definir al hombre como animal enamorable .

5) Salí tras ti clamando, y eras ido. Este amante humano no quiere volver a la patria perdida o al seno de la madre (como supone el platonismo), pues busca al Ciervo de Amor, que ha cruzado por el bosque misterioso y le ha llamado a la vida al mirarle, encendiendo su amor, para ausentarse después y llamarle de nuevo con su recuerdo. Antes de ese principio se hallaba dormido en el barro de la tierra, en la gran naturaleza (cf. Gn 2). Pero los ojos del Amor le han despertado y respondiendo a su llamada sale y corre por el bosque de la vida, impulsado por el don y la promesa, el recuerdo y la esperanza de los ojos del Amado, a quien busca en el mapa de amor de su vida .

2. Descubre tu presencia, una llamada de amor
La herida y búsqueda anterior traza el argumento de nuestra existencia, como prueba/camino de amor, según Juan de la Cruz. No es marcha de curiosidad, ni de ruptura social y militar (Hégira de Mahoma), sino salir tras ti, despertar, buscar y llamar al Amado, en radical extrañamiento amoroso, para perderse del todo y encontrar la identidad perdida (en un plano más alto), al recibir la vida del Amado, en gesto de amor generoso. Esta tarea del hombre (aprender el amor) es la prueba de Dios (que le inicia en ello), de manera que ambos se encuentran implicados. Se inicia así el correr activo del amante, que abandona las seguridades y persigue a gritos el rastro del Amado (tras ti clamando...).
El primer gesto del hombre es llamar (=clamar), por el bosque de la naturaleza, iniciando la aventura y tarea (itinerario) de amor. El Ciervo Amante nos ha mirado, despertando nuestra vida, pero se ha marchado, dejando en nosotros una huella que nos impulsa a buscarle. No le vemos, pero sabemos que él sigue atento y nos espera, de manera que podemos llamarle y le llamamos, pidiéndole y diciendo que se manifieste (Cántico Espiritual B, 11). El hombre se define así como un ser que ha nacido en Amor y solo vive buscando al Amado, para así encontrarse a sí mismo al encontrarle :

Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura

1. Descubre tu presencia. El amante no busca una presencia en general, sino la de Aquel que le ha herido, haciéndole camino de amor. No recuerda amores de otras vidas (como el platonismo), ni espera tiempos finales (como cierto judaísmo), sino la presencia completa del Amado, en esta misma vida, que es historia de amor. Sin duda, esa presencia será desvelamiento de lo oculto y plenitud de lo esperado, pero es sobre todo cumplimiento del amor, que se ha iniciado con la herida del ciervo en el bosque. Descubre tu presencia significa: ¡Muéstrate en tu plenitud, como persona y haz que yo culmine mi camino, para que así pueda ser lo que tú quieres, lo que ambos queremos! El hombre amante desea que el Dios-Amado se deje ya plenamente amar: ¡Dame tu ser y seamos uno en otro!
Sólo podemos hablar así ante Aquel que nos ha despertado al amor, sacándonos con su herida del sueño de una tierra donde estábamos como aletargados, para que seamos de verdad, pues ser y amar se identifican. Éste a quien deseo amar es aquel a quien pido que descubra su presencia, pues él lo atrae todo, como Aristóteles dijo, en su nivel, al afirmar que Dios lo mueve todo como eròmenos, amado (Metafísica, XII, 7, 1072b). Pero el Amado de Aristóteles no amaba (no era persona); el de Juan de la Cruz es persona, es el Dios de Jesucristo, y ama para que le amemos. El creyente de estos versos sabe que Dios le ama, y le pide que se deje amar, como Amado/Amigo. No le pida a Dios estabilidad cósmica, ni bien concreto alguno (dinero, salud, posesiones…), sino sólo que pueda amarle .

2. Y máteme tu vista y hermosura. Ese Dios-Amado (al que quiero dar mi amor) se expresa como pavoroso-fascinante, en la línea ya evocada al principio de este libro (tema 2). La Biblia vinculaba visión de Dios y muerte, de manera que los videntes de las teofanías exclaman: ¡Ay de mí: voy a morir, porque he visto a Dios! (cf. Is 6, 5). Morían de terror ante el misterio (veían lo invisible), pero seguían abiertos para amor más intenso: Contemplaban al fin la luz más honda y en ella vivían al mirarse unos a otros, en diálogo de amor. Así quiere morir el amante de Juan de la Cruz, para vivir y amar de una manera más alta.
Ésta no es una muerte de cansancio e impotencia (es decir, de agotamiento y duelo), sino de entrega total, en visión de hermosura. Amar significa vivir (y morir) dando vida, para ser así en el otro (o en los otros); morir por (con) el Amado, al verle plenamente, en desnudez y plenitud de vida. Quien quiera ganar su vida la perderá: quien quiera asegurarse en sí mismo morirá por siempre, pues su vida encerrada en sí misma termina (cf. Mt 16, 24-28). Poder amar de esta manera, descubriendo a Dios como Amado a quien se puede regalar la vida, es una prueba radical de su existencia, en gesto de entrega personal .

3. Mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura. Las palabras anteriores (máteme tu vista y hermosura) significan «sáneme tu presencia», pues la muerte de amor es encuentro personal y vida compartida que nos permite así los límites de una individualidad cerrada en sí misma. En ese borde de la vida, matar es curar, morir es sanar, pues de esa forma se nace a una Vida que vence a la muerte, como destacan las formulaciones más hondas de Juan de la Cruz, que nos permiten interpretar y superar el miedo de la muerte.
El hombre es un ser que tiene miedo de morir, y vive de esa forma esclavizado por su propio miedo, como sabe Heb 2, 14-15. Pues bien, allí donde el hombre puede amar y se entrega al Dios amado se supera el miedo de la muerte, se alcanza la salud completa: «La enfermedad de amor no tiene otra cura sino la presencia y figura del Amado… La razón es porque la salud del alma es el amor de Dios, y así, cuando no tiene cumplido amor, (el alma) no tiene cumplida salud, y por eso está enferma. Porque la enfermedad no es otra cosa, sino falta de salud, de manera que cuando ningún grado de amor tiene el alma, está muerta; más cuando tiene algún grado de amor de Dios, por mínimo que sea, ya está viva… pero cuanto más amor se le fuere aumentando, más salud tendrá, y cuando tuviere perfecto amor, será su salud cumplida» (Comentario al Cántico B 11, 11).

Estos versos nos sitúan ante la medicina del amor, una terapia de hermosura/comunicación, que es salud y riqueza del hombre que quiere vivir y ser rico dando su vida al Amado. Sólo esta experiencia de amor radical nos permite afirmar que hay Dios, y añadir que él es fuente y sentido, salud radical y esperanza de vida para sus amigos, de manera que podemos amarle y morir en sus manos, para así resucitar en un plano más alto de vida. Dios no es sólo aquel que nos ama (como madre protectora), sino aquel que se deja amar, de manera que podemos entregarnos en sus manos y amarle, ayudándole así con nuestro propio amor, como supo E. Hillesum, es decir, cuando se ofreció para ayudarle .

Ni las demostraciones cósmicas (ni la atracción a la que alude Aristóteles) logran alcanzar a Dios en sí, como persona (tema 5); tampoco podemos postular su existencia partiendo del análisis de la voluntad y de su posible imperativo (temas 7). Sólo allí donde alcanzamos la raíz del amor como Vida de todo lo que vive, recorriendo su camino, podemos afirmar que hay Dios, y que su presencia es salud, es decir, plenitud de realidad para los hombres, experiencia compartida: «El amor nunca llega a estar perfecto hasta que emparejan tan en uno los amantes, que se transfiguran el uno en el otro, y entonces está el amor todo sano» (Comentario al Cántico B 11, 12).
De esa forma, Dios aparece postulado (Kant; cf. tema 7) o, mejor dicho, descubierto y experimentado como principio y sentido de este itinerario de amor que es la vida, que empieza con la llamada del Amante-Dios (al despertarnos a la vida) y que culmina en su revelación final, cuando Dios venga a revelarse plenamente como Amado a quien podemos dar plenamente nuestra vida, dándola a los otros seres humanos, pues la vida se entiende así como recorrido por (en) el amor de Dios .

Sólo quien ama en plenitud puede afirmar que hay Dios, no por demostración objetiva, sino por experiencia de enriquecimiento, cuyo testimonio él puede presentar a los demás, como hace Juan de la Cruz en los versos que he comentado. Ésta es una prueba intransferible, que nadie puede realizar por otro: Quien haga el recorrido del amor, verá que hay Dios, un Dios que le llama en el principio, le trasciendo y espera, no sólo al final, más allá de este mundo, sino en el mismo mundo, que es lugar y signo de su presencia, dejándose amar y luego amando (en un contexto donde Dios aparece como Amado). En esa línea irá mostrándose Dios y le veremos como infinito de amor y aseidad (cf. tema 19).

Articulo Extractado

Teodicea.
Itinerarios del hombre hacia Dios

Ediciones Sigueme





Xabier Pikaza: las mujeres en la Biblia Judia


Obra amplia, documentada y rigurosa sobre el papel de la mujer con el judaismo antoguo; tanto de los libros del canon hebreo (Miqra) como los libros Deuterocanonicos aEadidos en la diaspora helenista entre los siglos II-I a.C. y que son parte de la Biblia de los Sesenta, LXX.

He venido presentando en los días pasados una serie de notas sobre Las Mujeres en el NT (=Primeras mujeres cristianas). Dejo por un tiempo ese tema, para ofrecer a los lectores de este blog mi trabajo sobre las Mujeres de la Biblia Judía (Editorial Clie, 2013).
Es un libro que he venido escribiendo con placer y pasión, para una editorial evangélica (protestante), bien conocida por su trabajo al servicio de la Biblia, dentro de la gran comunión cristiana. Es un placer y un honor colaborar como católico en una editorial protestante. Agradezco su publicación a D. Alfonso Ropero y a todos los amigos de la Editorial, por su cuidado con el texto, por su buen trabajo.
Es un libro que puede tener algunas lagunas, pero que ofrece, de un modo accesible y cordial (sin dejar de ser crítico) la visión de las mujeres (diosas y esclavas, señoras y concubinas, liberadoras y sufrientes…) a lo largo de la Biblia.
He disfrutado mucho al escribirlo. Espero que disfruten los lectores al descubrir conmigo el apasionante mundo de las mujeres en la Biblia, un reverso que es muchas veces más importante que el anverso de la biblia de los varones.
Ofrezco en esta nota la propaganda de la editorial y elprólogo del libro . Buen día a todos.

NOTA DE LA EDITORIAL

Descripción de producto

Obra de 448 págs. Precio 23,45 euros.
Nos presenta a la mujer y su papel dentro del judaísmo antiguo.
No es un libro de carácter biográfico, sino que analiza la imagen, la personalidad, la conducta de cada una de ellas.

Incluye un elaborado índice de personas y temas convirtiendo el libro en un verdadero y útil Diccionario Bíblico sobre la mujer. Un libro como ningún otro sobre la mujer.
Ofrece un extenso aparato crítico de notas a pie de pagina.
Obra amplia, documentada y rigurosa sobre el papel de la mujer en el judaísmo antiguo; tanto de los libros del canon hebreo (Miqrá), como de los libros Deuterocanónicos añadidos en la diáspora helenista entre los siglos II-I a.C. y que son parte de la Biblia de los Setenta, LXX.

Por eso, no es un libro de carácter biográfico, buscando extraer lecciones espirituales o morales,sino que analiza la imagen, la personalidad, la conducta y el proceder de cada una de ellas a la luz del pensamiento de los escritores sagrados y la teología rabínica; tratando de desentrañar el por qué se las presenta de ese modo, el motivo de los detalles particulares que de cada una cuentan, y el mensaje simbólico y subliminal que se busca comunicar.

La obra se divide en tres partes:

1. Mujeres del recuerdo: en el principio. Las mujeres antes del exilio.
2. Mujeres en crisis: mutuación judía. La mujer en el pre-exilio, exilio y post-exilio.(Siglos VI-V a.C.).
3. Mujeres como símbolos: las grandes mujeres del judaísmo. Analiza la figura histórica o simbólica de estas.
Descubre que una relectura de toda la Biblia desde la perspectiva de la mujer, como hace este libro, nos ayudará a entender y resolver mejor el tema de la mujer, no sólo en la Biblia judía, sino en la historia y futuro de la humanidad. Se incluyen índices de personas y temas, que convierten el libro en un verdadero y útil Diccionario Bíblico sobre la Mujer, y una completa bibliografía y un extenso aparato crítico de notas a pie de página.
Una de las mejores obras académicas y la más actual y amplia sobre el tema, cuya lectura exige haber pasado por un seminario teológico o preparación universitaria de nivel medio-alto.

PRÓLOGO DEL AUTOR
Eva es la primera y más famosa de las mujeres de la Biblia judía y quizá de toda la historia humana, al menos en perspectiva occidental, junto con María, la madre de Jesús. Resulta lógico que los antropólogos hayan dado ese hombre (Eva Negra) a la madre/mujer de la que habría provenido la actual especie humana (Homo Sapiens), hace algo más de cien mil año, en algún lugar de África. En ese sentido, de alguna forma, todos nosotros, hombres y mujeres, somos Eva .

Ella aparece, con Adán, en el prólogo o principio de la Biblia (Gen 1-4), como inspiración para todo lo que sigue; pero los historiadores y críticos literarios saben que ese prólogo ha sido escrito e incluido en el texto hacia el final de la redacción de la Biblia (entre el siglo V-IV), cuando se habían compuesto y fijado gran parte de sus relatos e historias sobre mujeres. Viene al principio, pero ha surgido al final y ha de entenderse como culmen y compendio de todo lo que en la Biblia se dice sobre las mujeres.

Por eso, he comenzado hablando de las mujeres más antiguas de la Biblia, y de sus relaciones con las diosas y los hombres, pudiendo trazar de esa manera una historia apasionante, a menudo ignorada, que nos permite afirmar, con cierta exageración: La Biblia es también un libro de mujeres, pues ellas ejercen desde la penumbra (y a menudo desde la opresión), un protagonismo turbador, doloroso y creativo. Sólo hacia el final, cuando la historia de de las mujeres haya resultado más clara podré ocuparme especialmente de Eva (cf. cap. 17).

No he compuesto este libro para expertos (aunque quiere ser riguroso), sino para aquellos que quieran conocer el sentido y función de la mujer en la cultura occidental, marcada de manera poderosa por la Biblia, en la que incluyo los libros del canon hebreo (Mikra) y los que fueron añadidos en la diáspora helenista entre el II-I a.C. (Biblia de los Setenta, LXX). Estos últimos, que suelen llamarse Deuterocanónicos o incluso Apócrifos (1-2 Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría, Judit, Tobías, Baruc, con ampliaciones de Daniel y Ester), constituyen una parte esencial de la Biblia judía, entendida en un sentido extenso; han sido incluidos en el Antiguo Testamento cristiano (católico) y resultan esenciales de la visión de la mujer en el judaísmo antiguo .

No ha sido fácil dividir los temas. La opción más sencilla y, en cierto sentido, la más clara hubiera sido crear sin más un diccionario de mujeres bíblicas, empezando por Abigail y terminando por Yael y Zilpa, incluyendo nombres tan significativos como Agar y Ana, Betsabé y Dalila, Débora y Dina, Ester y Judit, Raquel y Rebeca, la Reina de Saba y la mujer de Putifar . Quien prefiera estudiarlas así por separado, una por una, podrá hacerlo sin dificultad, siguiendo el índice alfabético del fin del libro, donde aparecen todas las mujeres fundamentales de la Biblia.

Pero de esa forma las habría colocado a todas sobre un mismo nivel, sin respetar la variedad de momentos y de circunstancias en que se movieron, pues no es lo mismo hablar de Sara, la de Abrahán, que de Sara, la de Tobías el Joven, poseída por el íncubo Asmodeo. Por eso he preferido escribir una “historia”, no un diccionario de mujeres de la Biblia, dividiendo el judaísmo antiguo en dos etapas, separadas por un intermedio:

1. En el principio: mujeres del recuerdo. La Biblia Judía ha recreado, a partir del exilio (siglo VI a.C.), gran parte de la memoria de Israel No la recoge toda, pues ha dejado fuera, entre otros grupos, a los samaritanos, con su propia Biblia (Pentateuco), pero la que recoge y formula resulta muy significativa y ha marcado la historia posterior del judaísmo y de occidente. Así lo muestra la primera parte de este libro, que se ocupa de las mujeres anteriores al exilio.

2. Intermedio, la crisis del exilio (587-549 a. C.). Los judíos han forjado su identidad tras la ruina de las instituciones anteriores. Ningún otro pueblo, que sepamos, ha sabido hacerlo como ellos, cambiando casi todo para conservarlo y potenciarlo todo, de otra forma. En sentido externo han sido más fieles al pasado (más conservadores) los israelitas samaritanos, pero no han sabido recrearlo como los judíos y, quizá por eso, han terminado despareciendo (sólo quedan unos pocos cientos). Los judíos, en cambio, han cambiado para permanecer; y en ese cambio ha influido de un modo especial el tema de las mujeres, como veremos.

c. Conclusión. Eva y las grandes mujeres del judaísmo. Sólo tras la crisis (desde el siglo V al I a.C.), los maestros de la Biblia han podido elaborar su visión de la de mujer (Eva), desarrollando, al mismo tiempo, la figura, es decir, la historia simbólica, de una serie de mujeres poderosas (Rut y Susana, Judit y Ester, la Sulamita y la Macabea, con Sara de Tobías y Asenet) que han configurado la historia de Occidente, como indicará la tercer parte de este libro .

Por eso, este libro, que en un sentido puede tomarse como diccionario (enciclopedia), es de hecho una historia del sentido y función de la mujer (Eva) en la Escritura judía. En un primer nivel, la Biblia es un libro anti-feminista y anti-moderno, como recuerdan algunos críticos . Pero sus leyes y narraciones deben valorarse en su contexto y en su despliegue histórico, de forma que, entendida así, la Biblia Judía ofrece una promesa de humanidad, pues inicia un camino de valoración de la mujer que aún no ha culminado. Quien quiera saber más pase ya al libro y la Biblia, que es su tema

martes, 8 de abril de 2014

La New Age busca la armonía en la diversidad



Los teólogos liberales de la New Age

¿Creen ustedes que se pueden salvar  los que no pertenecen a la Iglesia? Respecto de la Salvación, que implica estar en comunión con Dios, que pasa con nuestros hermanos de otras religiones, sectas y demás; como ser musulmanes, judíos, budistas, hinduistas, Testigos de Jehová, etc. Si no reconocen a Jesucristo como Dios, ¿podrán estar en comunión con El y compartir la vida eterna?

¡Toda la fe verdadera proviene de Cristo! Cuando habla de todas las riquezas de Dios en Cristo Jesús, debe incluir la fe. Somos salvos por la fe de Cristo. Pero la preciosa fe que debería haber sido cuidadosamente invertida, está siendo desperdiciada en trivialidades. Los héroes del capítulo once de Hebreos se apropiaron de su fe para conquistar reinos, tapar la boca a los leones, extinguir el poder del fuego, poner en fuga a los ejércitos del enemigo, ejecutar actos justos, recibir a sus muertos de regreso, y finalmente, para soportar torturas, vituperios, azotes, prisiones y cárceles.

San Pablo compara la relación matrimonial con la comunión esponsal que existe entre Cristo y la Iglesia (”El hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer y los dos formarán una sola carne. Este misterio es grande, me refiero a Cristo y a la Iglesia” Ef 5, 31-32). “El gran misterio es, pues, la unión de Cristo y de la Iglesia, descrita con los términos mismos con que Gén. 2, 24 describe la unión del hombre y la mujer. El misterio consiste en que Cristo y la Iglesia forman una unidad, como el marido y la mujer forman una carne, Este misterio estuvo escondido por siglos, pero ahora, después de la glorificación de Cristo, ha sido revelado a los profetas de la nueva alianza, y por esto Pablo puede fundar en esta unión matrimonial de Cristo y su Iglesia la moral de los casados” (La Sagrada Escritura - comentario por Profesores de la Compañía de Jesús, B.A.C., 1965).

La controversia central de esta guerra es la divinidad de Jesús. ¿Es este el Cristo, el unigénito del Padre, Dios encarnado, el Salvador del mundo? ¿O, era Jesús tan solo otro profeta que hacia el bien? ¿Era un hombre ordinario, no divino, no el Salvador resucitado quien se sienta con Dios en gloria?

El apóstol Pedro testificó de la exclusividad de Cristo. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:12) Pedro absolutamente lo hace exclusivo; porque no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres que provea salvación eterna. Jesús es solo el Mesías, el hijo divino de Dios y el no compartirá su gloria con otra entidad.
Así mismo, Pablo declara, “y cuál la supereminente grandeza de su poder con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cuál operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero” (Efesios 1:19-21) Pablo entonces añade que Jesús es la cabeza exclusiva de todas las cosas. “y sometió todas las cosas bajo sus pies y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo.” (Efesios 1:22-23).

Pablo también señala que un día cada criatura reconocerá a Jesús como Señor exclusivamente: “Por lo cual Dios también le exalto hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:9-11).

Toda lengua en la creación testificara, no que Mahoma es señor, ni Alá, ni los millones de dioses hindúes, pero que Jesucristo es el único Cordero de Dios. Esta es la controversia central de esta guerra. Sin embargo, no se equivoque: la guerra presente no es por un nombre. Es por la divinidad de Jesús, el Señor resucitado.
Ahora mismo, la iglesia ecuménica apartada esta corriendo hacia los brazos de la estrategia de Satanás para una iglesia mundial. Eventualmente, esta iglesia unificada va a incluir a todas las religiones mayores del mundo: catolicismo, griega ortodoxa, islamismo, budismo, hinduismo y hasta el protestantismo. Y Satanás llevara a cabo un simple conformismo entre las religiones para traer esta unidad. ¿Qué los unirá? El nombre de Jesús.

Desde luego, que el Jesús que une a estos grupos será un Cristo diferente, de un evangelio diferente. Sin embargo, este mismo nombre causara que las denominaciones cristians se unan a otras religiones diciendo, “Podemos estar de acuerdo en una cosa: Jesús fue un maestro y profeta. Y él es un espíritu de bondad humana en todos nosotros. Todos podemos aceptarlos como un hombre santo.

 Señores teólogos progresistas, imaginense  al creador del universo siendo reducido a esto. Jesús no será ya aceptado como el Cristo, el Señor divino. La iglesia ecuménica negara la idea de su resurrección y su poder salvador. En cambio, lo usaran para unir a otros en la religión mundial de Satanás.
El hecho es, que el mundo completo abrazará a Jesús como que es solo un hombre. Satanás no tiene problema con eso. Él puede aceptar la admiración mundial y alabanza a un Jesús humano. Ciertamente, muchos escritores han exaltado las obras humanas de Jesús pero se han burlado de su divinidad. Muchas palabras bien adornadas han sido escritas sobre él por ministros agnósticos.

 Pablo nos advierte que no nos alejemos ni nos corrompamos de “la simplicidad que es en Cristo” (2 Corintios 11:3). La palabra griega para simplicidad en este verso quiere decir individualidad y exclusividad. En otras palabras, “Cristo no es una entidad compleja. La verdad sobre él es bien sencilla: Jesús es Dios. Él es divino, nacido de una virgen, crucificado y levantado de los muertos. Pero temo que ustedes están siendo corrompidos y alejados de esta sencilla y exclusiva verdad.” “Temo, que así como la serpiente engaño a Eva con su astucia, así también su mente puede estar extraviadas de esta sencillez (la exclusividad que es en Cristo)” (11:3)

Pablo advierte de ministros que predican a un Jesús diferente: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis (11:4). Pablo, en esencia, le estaba diciendo a los corintios, “Ustedes están escuchando a otro evangelio, no el evangelio de Cristo. Están escuchando sobre otro Jesús, no el que les salvo. Y me temo que usted se ha extraviado detrás de este Jesús, quien no es el Cristo verdadero.”

 Así como Jesús les pregunto a sus doce discípulos, él nos pregunta hoy: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Marcos 8:27) Los discípulos respondieron: “Juan el Bautista, pero algunos dicen Elías y otros alguno de los profetas.” (8:28) Pero la pregunta real de Jesús a sus seguidores vino luego: “Entonces, él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? (8:29)
Nuestra respuesta debe ser la misma que la de Pedro: “Tú eres el Cristo” (8:29) Que esta sea nuestra confesión delante del mundo, ahora y siempre.

¿Cuál es la revelación más grande de la fe, y cómo se la debe ejercer? Usted la puede encontrar en Hebreos: “Conforme a la fe murieron todos estos…y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra…Pero anhelaban una (patria) mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza

En el libro de Josué capítulo 2, se narra la historia de una mujer que era ramera… su nombre era Rahab. : cometió muchos pecados (v. 1): su oficio le acarreaba tales obligaciones.

Rahab una mujer con discernimiento: (Jos.2.4-9)
Ella discernió que los que estaban con ella no eran hombres que venían por ella, ellos tenían una misión específica y ella decidió acoplarse a ellos y POR LA FE los recibió en su casa (He.11.31).
Rahab una mujer  determinada: (Jos.2.9 y 2.11)
Ella dijo: “yo sé que Jehová os ha dado esta tierra…” ella reconoció el PODER DE DIOS  y CREIA en él, ella dijo:“porque Jehová vuestro Dios, es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra” fue UNA DECLARACION DE FE.

Rahab una mujer desenvuelta: (Jos.2.12-21)
Supo hacer un trato con ellos, se enfocó en su familia no solamente en ella y obtuvo el favor de Dios.

  Tuvo un gran privilegio (vv. 1–8): hospedó a los mensajeros de Dios y sin duda oyó de su boca las cosas que Dios había hecho con el pueblo de Israel (Mt. 10:40–42).
 Reconoció un gran peligro (vv. 10–11): se hallaba en una ciudad cuyos habitantes habían sido condenados por Dios y reconoció que el juicio se acercaba. Todos los pecadores deben reconocer que caerá sobre ellos en mayor o menor grado (Ro. 3:23).
 Hizo una gran petición (vs. 12–13): pidió la salvación no sólo para ella, sino para toda su familia. Es lo que todos los seres humanos necesitan (Ro. 10:12 y 13), y en muchos casos la salvación propia incluye la familia (Hch. 16:31).

 Creyó una gran promesa (vv. 14–21): creyó la palabra de los mensajeros y cumplió las condiciones impuestas sin perder tiempo (v. 21). El cordón de grana ha sido considerado como un símbolo de la sangre de Jesucristo (1 P. 1:19 y 1 Jn. 1:7–9).  Hoy en día hay personas que se avergüenzan de mencionar la sangre de Cristo como medio de redención, pero el símbolo es usado de muchas maneras en el Antiguo Testamento y las palabras de Cristo en la institución de la Santa Cena, así como las alusiones de los apóstoles, no pueden ser negadas. Es natural que la sangre es un símbolo, pero es un nombre que debe ser honrado precisamente por lo que significa.

Rahab había oído de los milagros hechos a favor de Israel, y se había convencido de que Dios era el Dios verdadero. Y cuando se vio con los espías decidió, aun a costa de su propia vida, que su parte sería con Israel y su Dios. La salvación de esta mujer demuestra que aun cuando Dios esté preparando el juicio, Él se agrada de cualquier persona que”le teme y hace justicia” (Hch 10.35), es decir, cualquiera que lo hubiera intentado habría escapado de la destrucción. La historia de Rahab nos muestra todo lo que Dios puede hacer en la vida de una persona: de idólatra a creyente, de enemiga a colaboradora, de pecadora a santa.

Rahab siendo quien era mostró ser más sabia que muchas mujeres “decentes”, su discernimiento la llevó a distinguir lo santo de lo profano, sabía que detrás de esta situación ESTABA DIOS,  SU PLAN, LA OPORTUNIDAD DE SU VIDA. Y por eso escondió a los espías.
Ella declaró por la fe el poder de Dios,  “en nuestra boca está el poder de la vida  y de la muerte” (Pr.18.21) ella escogió la vida, porque de acuerdo a lo que hablo es lo que creo, debo hablar las promesas de Dios y no poner palabras negativas en mi boca, ella reconoció que Dios había hecho grandes milagros entre su pueblo, ella  conocía más de Jehová que muchos de los israelitas. Tuvo una fe genuina y la demostró a través de sus obras

 Jesús dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. Entonces le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo” (Lc. 16:1-2).

Esta parábola es muy importante para el cuerpo de Cristo ahora. Es la trágica historia de un siervo de Dios que pierde su poder y unción y termina ofreciendo un evangelio rebajado y barato. El hombre rico de esta parábola es Cristo mismo en quien moran todas las riquezas de gloria. El mayordomo que está siendo despojado de la autoridad es cualquiera a quien le ha sido confiada la Palabra de Dios, pero que ha sido hallado culpable de desperdiciar los recursos de su Señor

El Papa Juan Pablo II lo trató con gran claridad y precisión para enfrentar “ideas y opiniones erróneas y confusas, presentes en la discusión teológica y entre grupos y asociaciones eclesiales”, ideas que tienden a desconocer a Cristo como Salvador único y universal, y a disminuir la necesidad de la Iglesia de Cristo para la salvación.
Tal es el caso, comentaba el Papa, de algunos que piensan y predican un supuesto “carácter limitado de la revelación de Cristo, que encontraría un complemento en las demás religiones”, como si la verdad sobre Dios no pudiera ser captada y manifestada en su totalidad por ninguna religión, tampoco por el cristianismo y, ni siquiera, por el mismo Jesucristo.
Nos decía que es erróneo considerar a la Iglesia como un camino de salvación más, junto con otras religiones que serían complementarias a la Iglesia. Y pide que se excluya una cierta mentalidad que piensa que “una religión vale por otra”.

El Papa nos dio seguridad sobre la “unicidad y universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia que El fundó. En efecto, el Señor Jesús constituyó su Iglesia como realidad salvífica: como su Cuerpo, mediante el cual El mismo actúa en la historia de la salvación ... El Concilio Vaticano II dice al respecto: ‘El santo Concilio, basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación’ (LG, 14)”.

Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único de salvación. Ningún hombre puede pues salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con toda realidad, ya sea cuando menos por su dispo­sición profunda'

Cristo es la única fuente de salvación, el único lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Así, bajo formas diversas:  Rom 10, 1-14; Lc 12, 8-10; Jn 14, 1-6, etc.

 En la comunicación de la salvación a los hombres, Cristo y la Iglesia forman una sola cosa: la negativa a seguir a la Iglesia equivale a una negativa a seguir a Cristo, del mismo modo que rechazar a Cristo equivale a rechazar al Padre (Lc 10, 16: “Quien a vosotros escucha, a mi me escucha; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; pero quien me desprecia a mí, desprecia a aquel que me envió”; o también: Jn 3, 5; 13, 20: Mt 18, 17; Mc 16, 16; Gál 1. 8; Tit 3, 10; 2 Jn 10, 11, etc..).
O bien todos estos textos nada quieren decir, o bien significan claramente que, fuera de Cristo y de su Iglesia, no existe salvación posible para el hombre. Así, pues, aun cuando no figure en ellos bajo su formulación explícita, el axioma “fuera de la Iglesia, no hay salvación” se remonta en su sustancia al Evangelio mismo. El concilio Vaticano II lo advierte con exactitud: 'Al enseñarnos explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo (Mc 16, 16; Jn 3, 5), confirmó (Cristo) al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia misma' (L. Gent., 14).

La fórmula “fuera de la Iglesia, no hay salvación” aparece por primera vez en san Cipriano y en Orígenes en torno al año 250. La encontramos ininterrumpidamente en los padres, tal cual, o con lige­ras variantes, o traducida también en imágenes como la del arca de Noé u otras equivalentes. La encontramos también en los teólogos y en los documentos oficiales del magisterio, los más importantes de los cuales han sido ya indicados antes.

Por poco que se reflexione, se advertirá claramente que es esen­cial a la Iglesia ser única. En caso contrario, no sería ya la esposa del único Mediador y su cuerpo, el sacramento de la comunión universal entre Dios y los hombres. Cuando la Iglesia afirma esta unicidad como una exigencia de su fe, no reivindica pues celosa­mente unos derechos y unos privilegios cediendo a una tentación de imperialismo espiritual, sino que da testimonio de la misión que ella ha recibido con respecto a la humanidad. Su exclusivismo es sencillamente otro nombre de su fidelidad y de su caridad uni­versal. Admitir una pluralidad de Iglesias equivaldría a no admitir ninguna, a rechazar la noción misma de Iglesia.

Lo que el Nuevo Testamento condena es, esencialmente, la negación de la verdad, y no la ignorancia pura y simple. Véase, en particular: Jn 3, 19; Mt 22, 8-9; cf. 1 Jn 4, 7.
 Nunca afirma que sea suficiente invocar a Cristo o afiliarse a su Iglesia para poder salvarse. Hasta dice explí­citamente lo contrario: Mt 13, 41-42; 22, 12-14; 25, 41; 1 Cor 13, 2; Gál 5, 6; Sant 2, 14; Lc 13, 9.

La criatura siempre depende de Dios y sin él volvería a la nada de dónde fue sacada. Dios y mundo son diferentes, pero no están separados o cerrados, están abiertos uno al otro. Si son diferentes es para posibilitar el encuentro y la comunión mutua.

El Centro de la fe Cristiana es la fe en la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas en un solo Dios, el modelo perfecto de relación amorosa. El Cristianismo es todo sobre relaciones con Dios y entre los hombres. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón con toda tu alma y toda tu mente. Este es el principal y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22: 37-39).

El panteismo niega como consecuencia, las doctrinas de la reconciliación, redención, santificación, además de poner en tela de juicio toda la escatología.
¿El Dios de Panikkar   es “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”? Pienso que no. El cristianismo de Panikkar tenía poco de abrahámico, tal como correspondía a su radical universalismo.

Diferentes filosofías extrañas se han infiltrado en las iglesias por medio de literaturas contaminadas que están presentes en diversidad de librerías y en las que muchas editoriales cristianas no han tenido cuidado en discernir dejándose llevar del renombre de algunos líderes del error.

Estos han venido a minar la casa. Mientras en las iglesias se les educa a los creyentes de una manera, ellos beben de la aguas contaminadas de algunas fuentes venenosas que encuentran por el camino. Incluso, muchos sacerdotes y ministros de la iglesia van a esas mismas aguas a beber de lo contaminado junto con ellos. No les basta con la leche espiritual no adulterada de la Palabra de Dios y tienen que ir en busca de mensajes trastocados que encuentran en cualquier esquina y que se presenta de manera atractiva y llamativa. Es así como se ha infiltrado en las iglesias ideas como: la super fe, la visualización, la brujería cristianizada (cartografía), el materialismo (teología de la prosperidad en algunas iglesias evangélicas), las falsas profecías como La Nueva Era, que es síntoma de la soberbia, la altivez de espíritu, la prepotencia, la insensatez, el orgullo, y toda clase de cosas que distingue a la falsa religiosidad.

Conozco a personas sencillas que no tienen en su casa más que unas pocas docenas de libros, pero que sin embargo muestran un conocimiento de las cosas de Dios más certero y profundo del que manifiestan tener todos estos “teólogos”. Y es que para conocer lo esencial no hace falta tener 100.000 libros sino solamente 73, los que van de Génesis a Apocalipsis. También debemos recurrir siempre al Espíritu Santo, que es el Espíritu de verdad. Ojalá estos "teólogos" pueda encontrar esa verdad.