viernes, 16 de diciembre de 2016

Para qué


 
Pablo escribe: “que estamos atribulados en todo…en apuros…perseguidos… derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).
"Atribulados en todo". ¿Puedes identificarte con esta frase? Tal vez estás enfrentando dolor físico, dificultades en tu matrimonio, problemas económicos o relacionados con tus hijos. La vida puede ser muy dura a veces.
El hecho es que, es posible estar en la perfecta voluntad de Dios y aun así sentirnos derribados algunas veces. Podemos caminar en el centro de su voluntad y aun así estar perplejos, tener problemas y sin saber por qué.
Algunos cristianos han enfrentado problemas de todos lados durante tanto tiempo que piensan: "Esto no puede ser de Dios". Es demasiado para soportarlo. Mi sufrimiento se ha prolongado durante demasiado tiempo y me siento totalmente abandonado. El Señor quizás me está castigando por las cosas que hice mal. No hay otra explicación".
Pablo expone ante nosotros la maravillosa verdad que lo guardó de la desesperación:
"Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día" (2 Corintios 4:16).
Oye la verdad que Pablo nos está declarando y entonces descubrimos para qué nos suceden las pruebas que afrontamos:
"Sí, es verdad que todos estos problemas y pruebas han desgastado mi cuerpo, mi carne va decayendo, pero al mismo tiempo, algo maravilloso está sucediendo en mi alma. Todas estas cosas están obrando para bien en mí, y estoy creciendo en mi conocimiento del Señor y sus caminos".
Pablo sabía que estaba viviendo en la perfecta voluntad de Dios. Se daba cuenta de que todas sus pruebas no estaban sucediendo porque estaba bajo la ira. Por el contrario, Pablo sabía más profundamente que nunca que era muy amado por el Señor.
En resumen, Pablo había aceptado su situación y estaba aprendiendo la paciencia: "Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa" (Hebreos 10:36).
Y no sólo esto, sino que hasta de las tribulaciones nos sentimos orgullosos sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia produce virtud sólida y la virtud sólida, esperanza. Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones.
(R5:3-5)
Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias de Dios.
Por eso no desfallecemos; al contrario, aunque nuestra condición física se vaya deteriorando, nuestro ser interior se renueva de día en día. Porque momentáneas y ligeras son las tribulaciones que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e inconmensurable de gloria; a nosotros que hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
 

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