jueves, 2 de agosto de 2018

Mons. Agrelo, carta abierta




Hoy he recibido en mi correo electrónico un mensaje que parecía enviado desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC)»
Me preguntaban: «Santiago, ¿quién defiende a la Guardia Civil?»
Y me pedían que, para defenderla, exigiese al Ministro del Interior una serie de cosas contra las que llevo luchando desde que tuve delante de mis ojos al primer emigrante.
Dado que a la Guardia Civil no sólo le tengo respeto sino que le he tenido siempre cariño, pinché donde dice responder, con el sencillo propósito de compartir con los Guardias unas ideas sobre su defensa y protección.
Cuál no sería mi sorpresa cuando, hecho el clic, resulta que mi interlocutor no es la AEGC, sino el Sr. Ignacio Arsuaga, y la Organización HazteOir, por él fundada.
Desistí de responder allí al Sr. Ignacio –para él sirve también lo que voy a decir aquí-, e intentaré hacerlo desde este muro a los Guardias de la AEGC. Si no lo supiesen ya, estoy seguro de que lo sospechan:

1.- Más personal, más concertinas, más medios –más escudos o más vehículos-, no significa más protección para ustedes: significa sólo más riesgo para los emigrantes, y en la misma medida, significará cada vez más riesgo para ustedes.
2.- A la Guardia Civil no la ayudará en modo alguno ver aumentada su capacidad de represión de los emigrantes, sino ver disminuida la presión inicua que la política ejerce sobre hombres y mujeres y niños necesitados de todo y entregados en manos de las mafias.
3.- Ustedes conocen a los emigrantes mejor de cuanto pueda conocerlos yo. Ustedes los atienden muchas más veces y con más dedicación de cuanto yo pueda hacerlo jamás. Yo he visto emigrantes mutilados, porque han perdido un ojo, o un brazo, o un pie. Yo los he visto golpeados –brechas abiertas en la cabeza, golpes en cualquier parte del cuerpo-, los he visto mordidos por los perros, ateridos de frío, hambrientos y sucios y enfermos y descalzos y andrajosos. He enterrado emigrantes en fosas comunes. He celebrado funerales en esta catedral de Tánger. He hecho mil veces el recuento de los muertos en el Mediterráneo. Ustedes seguramente han visto mucho más que yo. Y es eso lo que me lleva a pedirles, porque son la autoridad competente, que sean precisamente ustedes la imagen y la voz de lo que ven. Ustedes saben que en esta guerra contra los pobres, la primera víctima es la verdad. Yo les pido que digan lo que hay, como intento decirlo día a día. Ustedes tienen sentido de la justicia, y estarán de acuerdo conmigo si digo que no se pueden denunciar las heridas de los Guardias Civiles si no se denuncian con más fuerza aún las heridas de los emigrantes, el sufrimiento de los emigrantes, la vejación a la que son sometidos los emigrantes, la esclavitud que padecen los emigrantes.
4.- Acusar a los emigrantes, no protege a la Guardia Civil. Esa protección sólo puede llegar desde una política que respete los derechos de los emigrantes, una política justa, equitativa, acogedora, solidaria, generosa y humana.
5.- Si en su día los ciudadanos alemanes hubiesen protegido con sus propias vidas la vida de los judíos, además de salvar a éstos, se habrían salvado a sí mismos y habrían salvado el mundo que conocían.
Créanme si les digo que éste y sólo éste –el del respeto de los derechos de todos- es el camino en que todos podremos sentirnos seguros.
Créanme también si les digo que les habla un amigo.

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