jueves, 25 de abril de 2013

La salvación empieza en esta vida



La conclusión final, del análisis sobre la relación entre vida y salvación, es que  nuestra fe en la salvación eterna y definitiva, que Jesucristo nos concedió, no puede de ningún modo marginar y menos olvidar que la salvación cristiana empieza en está vida. Y esto es de tal modo importante que la salvación de la “otra” vida se plantea y se resuelve en la medida en que se plantea y se resuelve acertadamente la salvación en “esta” vida y para “esta” vida. Desde este punto de vista, se puede y se debe decir que la salvación acontece, ante todo, en la vida. Y, por lo tanto, se tiene que manifestar en defender la vida, potenciar la vida, dignificar la vida y lograr que la gente viva más feliz. Eso tiene una implicación inmediata en el compromiso y la lucha por lograr que vivan con más seguridad y dignidad los que tienen la vida más amenazada y más atropellada: en definitiva los pobres, los débiles, las víctimas de la historia.
           
Cuando hablamos de salvación nos referimos a la salvación de los pecados, que Cristo nos consiguió con su muerte. Tal afirmación, por supuesto, es central en nuestra fe. Porque la “justificación” (dikaicosyne), que Dios nos concedió, consiste esencialmente en el perdón y la rehabilitación de los que estábamos perdidos a causa del pecado (Rom 1, 16-17;4,13 17.21 Gal3,6-9). Lo que pasa es que cuando se habla de pecado y de sus consecuencias, mucha gente piensa solamente en las consecuencias que eso tiene en la “otra” vida, osea en la posibilidad de infierno y perdición eterna. Y non se piensa como es debido, en las consecuencias que el pecado tiene, en primer lugar, en está vida. Y, además nunca se nos tendría que ir de la cabeza la cantidad de dolor, sufrimiento, humillación y desgracias que ocasionan precisamente los pecados de los hombres, es decir, el mal que los seres humanos se causan a sí mismos y nos causamos los unos  a los otros precisamente porque pecamos.
           
La salvación Cristiana es, por supuesto, la salvación del pecado. Pero, precisamente por eso, es salvación, no solo eterna, sino también histórica. Es decir salvación que actúa y se tiene que poner de manifiesto en está vida, concretamente en la defensa y dignificación de la vida para todos.

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