miércoles, 21 de marzo de 2012

La gloria de la resurrección





La gloria de la resurrección

“Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿Cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?

“pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿ con qué cuerpos vendrán?” ¿Cómo puede ocurrir esto? Cómo es posible que estos muertos se levanten nuevamente y se unan a sus diversas almas, que muchos millones de años atrás fueron sepultados en la tierra, o tragados por el mar o devorados por fuego? ¿Cuerpos que se han reducido al más fino polvo, que ese polvo fue esparcido por la faz de la tierra, cuerpos que han sufrido miles de cambios, que alimentaron la tierra, se transformaron en alimento de otros seres…, y a su vez en comida de otros hombres? ¿Cómo es posible que estas pequeñas partículas, que formaron en un tiempo el cuerpo de Abraham, habrán de reunirse nuevamente y, separadas del polvo de otros cuerpos, serán colocadas en el mismo orden y en la misma posición en la que estuvieron antes, para formar exactamente el mismo cuerpo que abandonó su alma a la hora de la muerte?

Ezequiel, en visión fue transportado a un valle lleno de huesos secos, y mientras profetizaba oyó un ruido y un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso; tendones sobre ellos; y entró en ellos espíritu, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies (Ezequiel 37: 7-10). Esto puede suceder en una visión. Pero que esto y mucho más, pueda ocurrir en el transcurso del tiempo, que nuestros huesos reducidos a polvo puedan llegar a ser hombres vivientes; que todas esas pequeñas partículas que forman nuestro cuerpo de manera instantánea se reúnan y se coloquen cada una en su lugar, hasta que al final se reconstruya nuestro cuerpo; que esto ocurra es algo tan increíble, que no podemos hacernos a la idea. Hemos de observar que los gentiles estaban muy disgustados con este pensamiento de la fe cristiana. Fue lo último que aceptaron creer los infieles, y hoy en día es una de las mayores objeciones del cristianismo.

La escueta noción de resurrección requiere que el cuerpo que resucite sea el mismísimo cuerpo que murió. No puede hablarse de resurrección si no es exactamente del mismo cuerpo que murió.


La doctrina de la resurrección es como clave de bóveda del edificio del pensamiento de Pablo.
Pablo alude a una fórmula catequetica: “Cristo murío por nuestros pecados según las escrituras; que fue sepultado, y al tercer día resucito según las escrituras” (15:3,4). El inciso “según las escrituras” probablemente no se refiere a ningún texto concreto sino a la idea general de que en la resurrección de Cristo se realizan los viejos planes de Dios sobre la salvación de los hombres, o sea la resurrección de Cristo, que arrastra consigo la nuestra.
Pablo empieza por aducir un argumento absurdo: los corintos de hecho negaban la resurrección de los muertos, llevados de la poderosa influencia de la filosofía griega, que despreciaba el cuerpo y sólo creía en el espíritu como constitutivo del hombre. Por tanto, si éste era el motivo de la negación de la resurrección, también habría que negar la de Cristo.
Pablo añade aquí algunas apariciones de Cristo resucitado que no se mencionaban en los evangelios.


Es impresionante la aparición a quinientos cristianos, muchos de los cuales vivían en la época temprana a la redacción de la carta.
En resumen: “Si nuestra esperanza en Cristo se reduce sólo a los límites de esta vida, somos los más desgraciados de todos los hombres”(15:19).

*EL MODO DE RESURRECCIÓN

Pablo toma un ejemplo de la vegetación. A lo que se ve a simple vista, el grano de trigo parece que muere al ser sembrado y después resurge convertido en lozana espiga. Aquí interviene el poder divino. Sin embargo, hay que notar que cada germen corresponde a un cuerpo determinado: hay diversidad de cuerpos (hombres, animales, pájaros, peces) igualmente en la resurrección: a cada germen “muerto” en el surco corresponde un cuerpo glorioso determinado.
¿cómo debe uno imaginarse la resucitación? Respuesta: ¡De ninguna manera! “Resucitación” y “Resurrección” son dos términos metafóricos, figurados, tomados del “despertar” y “”levantarse” del sueño. Sólo que en el despertar y levantarse de la muerte no se trata de un retorno al anterior estado de vigilia de la vida cotidiana, sino una radical transformación a un nuevo estado completamente distinto, inusitadamente nuevo, definitivo: la vida eterna. Y ahí no hay nada que imaginar,, representar objetivar, No sería una vida completamente distinta, si pudiéramos representarla con conceptos e imágenes de nuestra vida diaria, algo así como la ampliación y superación de los deseos y anhelos de cada día un cielo de tonos paradisíacos. “lo que ojo nunca vio, ni oído oyó, ni hombre alguno ha imaginado” (1Cor 2,9). De nada nos sirven aquí nuestros ojos y oídos, ni nuestra fantasía, que sólo puede extraviarnos. La nueva vida es para nosotros susceptible de esperanza, pero enteramente inaccesible a la intuición y a la representación.


De la misma manera que el físico intenta describir la invisible naturaleza de la luz en el campo atómico y subatómico con conceptos contrapuestos con imágenes como onda y corpúsculo y con fórmulas y modelos matemáticos abstractos, también nosotros podemos intentar describir esta vida completamente distinta con imágenes, metáforas, símbolos o también conceptos contradictorios o paradojas, capaces de conciliar para esa otra vida lo que en está vida nunca dejará de ser contradictorio. También el nuevo testamento recurre en los relatos de las apariciones a esas paradojas, llegando al extremo de lo imaginable: no es un fantasma, pero tampoco algo aprehensible; es algo visible-invisible, reconocible-irreconocible, palpable-impalpable, material-inmaterial. Inmanente-trascendente en el orden espacio temporal. Especialmente cautas son las afirmaciones de Pablo, quien para describir la realidad de la resurrección emplea, con suma discreción, términos paradójicos, que apuntan al límite de lo expresable: un imperecedero “cuerpo espiritual (1Cor15,44), un cuerpo de gloria (1Cor 15,43), nacido del pasajero cuerpo de carne mediante una radical “transmutación” (1Cor15,22) y tan diferente de el como la planta a la semilla(1Cor15,22).


Pablo, al hablar de la resurrección, no refleja la mentalidad griega ni se refiere a la inmortalidad de un alma que deba liberarse de la cárcel del cuerpo mortal. En general, el problema alma-cuerpo, visto desde una teología bíblica, debe recibir un enjuiciamiento extremadamente crítico. Con razón el teólogo evangélico Paul Althaus, en su libro, “Las últimas cosas recomienda que la fe cristiana en general “no habla de inmortalidad del alma, sino. Simplemente de la “inmortalidad”, de la irrevocabilidad de la relación personal con Dios; pues está relación afecta al hombre en la totalidad de su existencia anímico-corporal. No se trata del “alma”, sino de la persona en cuanto unidad viva del ser corpóreo-espiritual, unidad fundamentada en la llamada de Dios.


El teólogo evangélico Wolfarht Pannemberg llama insistentemente la atención sobre el hecho de la moderna antropología, concretamente el estudio del comportamiento, Ya hace mucho tiempo que ha desistido de describir al hombre “como compuesto de dos materiales completamente distintos”: Emplea una terminología que intencionadamente deja atrás la diferencia de lo corporal y lo anímico, hablando más bien del “comportamiento” así de los animales como del hombre. Todo modo de comportamiento encierra rasgos que antes se dividían en corporales y espirituales.

Las Sagradas Escrituras mencionan el lugar donde habrán de resucitar los muertos, y ello es el claro inicio de que el mismo cuerpo que murió será el que habrá de resucitar.
Así leemos en Daniel: “los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2) Así mismo podemos observar que las nociones de dormirse y despertar implican que cuando resucitemos nuestros cuerpos serán exactamente iguales a cuando despertemos todos los días de nuestro sueño nocturno. En otro pasaje leemos la siguiente afirmación de nuestro señor: “Vendrá la hora cuando todos los que estén en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección d vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación: (Juan 5:28, 29).

Dios puede distinguir y guardar sin mezclarse con otros cuerpos, el particular polvo en el que se disolvieron nuestros cuerpos, y puede reunir sus partículas y juntarlas de nuevo sin importar lo lejos que se dispersen esas articulas. Dios es infinito tanto en conocimiento como en poder. Él sabe cuantas son las estrellas y las llama por su nombre; también puede decirnos el numero de arenas en las playas de los mares; ¿y nos puede parecer increíble que conozca con precisión cada una de las partículas que formaron nuestros cuerpos? ¿ por qué habría de parecer extraño que Dios, que nos formó al comienzo, cuyos ojos vieron nuestros embriones, “bien que en oculto fuimos formados y entretejidos en lo más profundo de la tierra (Salmo 139:15) conozca cada partícula de nuestro cuerpo en el que fuimos formados?. El artífice conoce cada parte del reloj que arma; y si se desarmara totalmente y sus piezas se desparramaran podría reunirlas y distinguirlas unas de otras.

Dios hizo a Adán del polvo de la tierra. De modo que el cuerpo del hombre que se transforma en polvo después de la muerte, no es distinto al que fue antes, y el mismo poder que al principio lo hizo del polvo de la tierra puede de igual facilidad rehacerlo de nuevo cuando nuevamente se transforme en polvo.. No es más maravilloso que la formación del cuerpo humano en la matriz de lo que sin duda tenemos muestras diarias, y que sin duda es un raro ejemplo del poder divino como lo es la resurrección del cuerpo.

Jesús murió y resucitó, y apareció vivo a sus discípulos y a otros, que vivieron muchos años con Él, y estaban plenamente convencidos de que era la misma persona que vieron morir en la cruz. Lo que ha prometido es capaz de llevarlo a cabo mediante el “poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3: 21) pese a no poder decir exactamente de que manera se efectuará todo esto, eso no debería debilitar nuestra fe. Es suficiente saber que Dios, a quien todas las cosas le son posibles, nos ha dejado su promesa de que habremos de resucitar. Me gustaría que quienes se mofan de la gloriosa esperanza de los que creemos, y que continuamente esgrimen objeciones en contra la resurrección, nos hablen de los diversos aspectos de la naturaleza.

Que nos expliquen de todo lo que ocurre en este mundo antes que hablarnos de las dificultades para la resurrección. ¿Podrían explicarnos como fueron formados nuestros cuerpos? ¿cómo fue hecha la primera gota de sangre, el corazón, las venas, las arterias que le dieron cabida en su interior?

Nuestra esperanza y consuelo es que seremos liberados de esta carga de la carne, cuando “enjuagará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más dolor; porque las primeras cosas pasaron” ( Apocalipsis 21:4)

Nuestro señor ya nos dijo que los que sean hallados dignos de ganar ese mundo no se casaran ni serán dados en matrimonio, ni pueden más morir, sino que serán igual que los ángeles.

La resurrección de Cristo no sólo quita la oscuridad y el temor que rodea la muerte, sino que tiende un puente sobre el abismo que nos separa de nuestros muertos queridos, y siembra en nuestros corazones la fuerza y la esperanza de una gloriosa reunión ante la más dolorosa y desesperante separación.

El cristianismo no es agnosticismo, sino fe, seguridad, conocimiento: no es negativo, sino positivo.

El cristianismo no es racionalismo, sino fe en la revelación de Dios. Y un aspecto notorio y sobresaliente en esa revelación, es la resurrección del cuerpo.

NUESTROS CUERPOS RESUCITARÁN EN GLORIA

“ entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre” (Mateo 13:43). Algo semejante al resplandor en el rostro de Moises luego de hablar con dios en el Sinaí. Su rostro brillaba con tanto esplendor que los israelitas tenían miedo de acercarse a el, por lo que tenía que cubrirse con un velo. La extraordinaria majestad del rostro de Esteban no era otra cosa que el anticipo de su gloria. “ Todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel” (Hechos 6:15). Si brillo tan gloriosamente en la tierra ¿Cómo brillará en el otro mundo, cuando su cuerpo cuando su cuerpo y los cuerpos de todos los santos sean transformados a semejanza del cuerpo glorioso de Cristo? El inefable gozo que hemos de sentir saldrá a la superficie y hará brillar nuestros rostros. Aún en nuestra vida el gozo del alma se refleja en nuestro rostro haciéndolo más jovial, tal y como nos dice Salomón: “ La sabiduría del hombre ilumina su rostro” Eclesiastés 8:1.

Cuando nuestro Señor y Salvador puso al descubierto una pequeña aprte de la gloria que ahora posee y que a su debido tiempo impartirá a los que le siguen, el lugar se volvió como un paraíso; los discípulos pensaron que nada mejor que permanecer allí, para siempre, gozando de aquel espectáculo maravilloso. “ Bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas” (Marcos 9:5)

Nuestros cuerpos resucitarán en poder. Esto expresa la viveza de nuestros cuerpos celestiales, la agilidad y presteza de sus movimientos, que nos permitirá ser obedientes instrumentos del alma. En nuestro estado actual nuestros cuerpos no pasan de ser trabas y grilletes que limitan la libertad del alma. “los que esperan en jehová tendrán nuevas fuerzas; levantaran alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40:31)

Nuestros cuerpos resucitarán como cuerpos espirituales. Nuestros espíritus están obligados a servir a nuestros cuerpos, pero en la otra vida serán nuestros cuerpos los que sirvan nuestros espíritus, y los atenderán y dependerán de ellos.

Será una resurrección. Se levantará el mismo cuerpo que fue puesto en la tumba. Esto es indispensable para que sea una resurrección. No es una evolución; noes una nueva creacción, sino una resurrección; surgir de nuevo a la vida con el mismo cuerpo.


Por deficiente que sea nuestra concepción del tema y por poco que hayamos entendido, nos basta para darnos cuenta que un cuerpo glorificado será infinitamente mejor y más deseable que el nuestro cuerpo actual.


1 comentario:

  1. Es muy bonito el mensaje que dejas en este escrito, creo en la resureción, pero eso no quita que Maria lloró la muerte de su hijo, y yo soy Mª solo de nombre y el duelo lo tengo que pasar, no te preocupes que esto se me pasará y se que mi ANGEL está conmigo ayudandome. Maca

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