martes, 1 de enero de 2013

Carta a mi amigo Luis Fernando Pérez Bustamante



No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas. 1 Crónicas 16:22; salmo 105:15.


Hubo un momento, cuando dieron vía libre, en que los católicos de LD salieron en tromba a replicar a César Vidal. De tal manera que hubo en portada hasta 4 artículos. Dudo mucho que vendan tantos libros como las decenas de miles de visitas que has tenido tú en el blog.
Es ya el post más leído en toda la historia de tu etapa en Infocatolica.

El mal no tiene la última palabra. Dios envió a su Hijo a vencer el pecado. Y cuando vuelva en gloria y poder, acabará definitivamente con toda injusticia.

¡La calidad en nuestra vida y ministerio es de una importancia fundamental! El deseo de Dios no es que haya muchos y malos, tampoco pocos y buenos; Él quiere muchos y buenos.
 
He leído muchas veces, en las torres de alta tensión, un cartel que dice: “PELIGRO DE MUERTE: ALTO VOLTAJE”. Esto mismo debieran de leer algunos con respeto a la unción que Dios ha puesto en los hombres que él usa. Todos podemos servir a Dios, pero no todos tenemos el mismo rango en el reino del Padre. En cuanto a la salvación, el precio pagado por Cristo es el mismo para todos, pero en cuanto al servicio, hay rangos diferentes. Aquí no es cuestión de diferencia de personas, sino de autoridad (unción) para el servicio. En el cuerpo de Cristo funcionan muchos dones y capacidades. Sin embargo, hay que diferenciar a los dones de los ministerios.
 
            A  Moisés le fue ordenado poner un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no pusieran los ojos en él, pues la gloria de Dios se reflejaba en su rostro. Sé que no debemos atribuirle un valor excesivo, pero si Dios no perdonó a aquel rey afgano que profanó los vasos sagrados del santuario, ¡Cunato más a nosotros si tocamos los vasos que sirven en lo que es perfecto!

Uno de los pasajes más bonitos de la Biblia como tú bien citas está en el libro del Apocalipsis:
Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios - con - ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.»
Ap 21,2-4

Gracias por su testimonio Luis. Mucho ánimo en tu labor de información, con verdad, con caridad y desde el amor a la Iglesia.


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