miércoles, 9 de enero de 2013

Las apariciones del Resucitado I



Si nuestra esperanza en Cristo se limitara sólo a los límites de esta vida, seriamos los más desgraciados de todos los hombres. La profesión de fe en la resurrección es la respuesta a las apariciones; sólo ellas redujeron la ambigüedad del sepulcro vacío y dieron origen a la exclamación de los apóstoles: resucito verdaderamente. Los evangelios nos transmiten los siguientes datos: Las apariciones son descritas como presencia real y carnal de Jesús, come, camina con sus discípulos, se deja tocar, oír y hablar con ellos. Su presencia es tan real que puede ser confundido con un viandante, con un jardinero o con un pescador.

En Jesucristo recibimos la respuesta definitiva de Dios de que no fue la muerte si no la vida, la última palabra que Dios pronuncio sobre el destino humano.

Nosotros experimentamos en el espíritu la resurrección de Jesús porque tanto el como su causa se nos presenta como realidades vivas y victoriosas. No se puede separar absolutamente la experiencia de los primeros discípulos de la nuestra, y, si eso es así, también en la historia será posible una experiencia semejante a la de los primeros discípulos.

No podemos esperar que en la historia aparezcan apariciones del resucitado como las que narran los Evangelios, pero cuando reaccionamos con misericordia y amor, cuando tenemos la capacidad de dar la propia vida para dar vida a los otros, eso es vivir… Los cristianos de Corintio, por poner un ejemplo de los orígenes estaban convencidos de que vivían ya la plenitud porque si no fuera así vacía sería su predicación.

Y lo pensaban así porque vivían signos extraordinarios por todas partes: milagros, don de lenguas etc.; que parecían triunfar sobre la realidad de lo cotidiano. Los apóstoles comienzan a predicar sin miedo y con audacia, y parecen contentos aun en medio de las persecuciones alegres de tener sufrido algo por Jesús (hech. 5.41).

Los discípulos que se encontraron con el resucitado viven una nueva vida, con sentido y con gozo. No parecen estar “tristes”, están acosados pero no abandonados (2 Cor 4,8) los discípulos notaron un cambio en sus vidas, pero no tan sólo porque en un primer momento pasan del miedo a la valentía, si no porque en el medio de los trabajos y de los esfuerzos que les sobrevinieron actúan con libertad y con gozo.
Los discípulos dan testimonio de que ellos también viven ya de algún modo la plenitud de la resurrección lo que hay de triunfo en la resurrección no quedo tan sólo en Jesús, si no que se desbordo y cambio la calidad de sus vidas. El error consiste en pensar que se vive más en el mundo de la resurrección cuanto menos se vive en el mundo histórico.


Pablo desafía a cualquiera que dude de esta veracidad , sencillamente a que pregunte a cualquiera de los testigos que estaban todavía vivos 1ª cor 15:6.

Y lo cierto es que los enemigos de Cristo no refutaron la resurrección, con la ocasión de la predicación de Pedro en el día de Pentecostés,  únicamente callaron, ¿Por qué? Por cuanto sabían que la evidencia del sepulcro vacío era una realidad que podía ser comprobada por cualquiera.

Las vidas transformadas de los discípulos son una evidencia de la resurrección.

Santiago, el hermano de Jesús, antes menospreciaba todo cuanto Jesús defendía, ahora él mismo se describe como “siervo de Dios y del Señor  Jesucristo.”
 Santiago 1:1

            Todos con la excepción de Juan murieron en el martirio.

Las vidas transformadas de millones de hombres y mujeres a lo largo de casi 2.000 años de historia corroboran la veracidad de la resurrección de Cristo.


 Más sobre una supuesta alucinación.

Es interesante destacar aquí, ante la sugerencia de que lo que vieron los discípulos fueran alucinaciones, que científicamente está demostrado que “los hombres sujetos a alucinaciones nunca llegan a ser héroes morales. Sin embargo el efecto de la resurrección de Jesús fue continuo, y la mayoría de estos discípulos testigos, sufrieron la muerte por predicar esta verdad.

Es imposible que dos personas tuviesen la misma alucinación al mismo tiempo, e igualmente imposible que unas 500 personas de estado mental y temperamento promedio, en número variados, en tiempo diferentes, y en situaciones muy variadas experimentaran toda clase de impresiones sensoriales, táctiles, auditivas y visuales, y que todas estas estuvieran basadas en una supuesta alucinación colectiva.

Las alucinaciones generalmente están restringidas a un tiempo y lugar en que ocurren, precisan de una atmósfera nostálgica, o en una ocasión en la que se adopte una postura reminiscente, exigen que la gente tenga un espíritu ansioso, que es la causa de que su deseo llegue a ser el padre del pensamiento...., pero ninguno de estos casos se aplica a la realidad de Cristo resucitado. Ellos no entendían la resurrección, fueron sorprendidos por esta realidad, anunciada con anterioridad pero incomprensible en aquel entonces.

Las apariciones en realidad fueron contra la voluntad de los discípulos



 Me gustaría compartir un texto extractado de Xabier Pikaza:



 El evangelio de Marcos viene a presentarse como gran relato de la “aparición pascual completa” o, mejor dicho, de la presencia histórica de Jesús resucitado, que se ha ido revelando a lo largo de su evangelio, escrito como proclama pascual y recuperación de la historia de Jesús (las dos cosas el mismo tiempo), tras la destrucción de Jerusalén (70 d.C.) y tras el fin de un tipo de iglesia judeocristiana, probablemente desde Galilea/Siria (pero recuperando un testimonio abierto a Roma). De esa forma, tras esa inmensa ruina de Jerusalén (que los judíos rabínicos han superado de otra forma muy significativa, volviendo a la Ley, en su concreción social y nacional), el evangelio de Marcos ha contado la “pascua histórica” de Jesús como principio de una misión eclesial para todas las naciones, partiendo del mensaje y comienzo de Reino que Jesús inició en Galilea.

¿Cómo ha sido esa “vuelta”? ¿De qué forma ha sucedido, a pesar de la huída y del miedo? Quien pida a Marcos que responda de manera externa a esas preguntas es que no ha entendido el evangelio. Hay cosas que se dicen, hay explicaciones que se deben dar, pero otras, las más importante, han de quedar en la penumbra, en el silencio más intenso, y entre ellas se encuentra la forma en que las mujeres lograron “convertir” a otros discípulos y a Pedro, para que dejaran la tumba vacía de Jerusalén y volvieran a la patria del evangelio que es Galilea, para ver allí a Jesús Nazareno, el crucificado, iniciando desde allí el camino de evangelio a todas las naciones (13, 10; 14, 9).

Entendido así el final de Marcos, Galilea es mucho más que un lugar geográfico, es la totalidad del evangelio al que ha de volverse tras la ruina (tumba) triunfante (vacía) de Jerusalén, para recrear desde allí el mensaje y camino del Reino. Por eso, debemos concluir este argumento diciendo que, en un plano, en un momento, las mujeres no fueron, porque tenían un gran miedo, pero, en otro plano, en otro momento, ellas fueron, pues de lo contrario no se podría haber contado esa historia.

En un sentido, ellas huyeron, pero en otro, según 14, 3-9, no sólo fueron de hecho, sino que contaron a los otros discípulos lo que habían descubierto y sentido, su experiencia de Jesús/Perfume, de manera que ellas son las iniciadoras (fundadores) de la iglesia, que debe extenderse y se extenderá a todo el cosmos (13, 10; 14, 9). En esa línea, podemos afirmar que Marcos ha terminado su texto a modo de pegunta implícita, diciendo a los lectores: ¿Queréis ir vosotros? En ese sentido podemos añadir que su evangelio retoma y cumple la función de las mujeres, diciendo a sus oyentes y lectores que la tumba de Jerusalén está vacía y que Jesús ha resucitado, para conducirles (conducirnos) otra vez a Galilea, donde le veremos .

Lógicamente, las apariciones concretas de Jesús resucitado resultan innecesarias. Para Marcos no hay un evangelio de apariciones posteriores, separadas de la “vida pascual” que él ha escrito. Su evangelio es, según eso, la epifanía histórica del Cristo resucitado. Lo que a un nivel es narración y recuerdo de la vida de Jesús (de algo pasado) viene a presentarse a otro nivel como testimonio de presencia pascual.

También a nosotros, lectores y oyentes del siglo XXI, deben convocarnos las mujeres de la tumba vacía, volviendo del miedo que les había dominado. Con ellas tenemos que volver a Galilea, para retomar así la trayectoria del Reino, en el lago de las tormentas, en la montaña donde Jesús escogió a sus misioneros, en las tierras del entorno (Gerasa, confines de Tiro….), movidos por la esperanza del Dios para quien nada es imposible (cf. 10, 27) .

Si Marcos no habla de apariciones pascuales de Jesús no es porque las ignore (parece imposible que no conozca la tradición de fondo de 1 Cor 15, 3-7), sino porque, a su juicio, la “pascua cristiana” ha de anunciarse de otra forma, en la línea de todo su evangelio. Eso supone que el relato del sepulcro vacío (16, 1-8) ha de entenderse a partir de Betania, donde se ha celebrado la presencia de Jesús/Perfume (14, 3-9), para pasar de allí a Galilea, extendiendo el evangelio a todo el cosmos (cf. también 13, 10). De esa manera, el texto de Marcos culmina (¡en forma textual!) con el relato de unas mujeres (no de unos hombres-varones, como Roca y los Doce) que empiezan buscando el cuerpo de Jesús para embalsamarlo.

– Más tarde llegarán las formulaciones teológicas de tipo más formal (litúrgico, dogmático), pero antes, en el comienzo de la Iglesia, según Marcos, tenemos a esta mujer, elevándose como primera cristiana y principio de la Iglesia, en el mismo banquete funerario donde otros querían celebrar la muerte de Jesús. En este sentido, podemos decir que el evangelio es la comprensión pascual de la muerte de Jesús, y puede expresarse en forma de unción y perfume que brota de ella. Por eso, donde se anuncie el evangelio se dirá lo que ha hecho esta mujer, la forma en que ha logrado comprender la muerte de Jesús como resurrección de vida (perfume).

Jesús mismo es el perfume abierto y expandido (comunicado) desde el vaso de alabastro roto. Aquí y ahora, este Jesús-perfume es el mayor derroche generoso de vida, a favor de los demás, es la Palabra de Reino que a todos vincula. La resurrección no es algo para “luego” (al fin del tiempo), sino algo aquí, un misterio que se anuncia y se expande en la vida de los seguidores de Jesús. Él mismo, Jesús, es ya el evangelio. Por eso, esta mujer que lo ha comprendido y mostrado, ante todos (antes que todos), en gesto de amor, forma parte del mensaje cristiano: es una encarnación concreta de ese evangelio.

La casa de Simón leproso, en el entorno de Jerusalén, es ya casa pascual donde se reúnen los discípulos de Jesús, para recordarle mientras comen.
La misma localización (Betania) puede entenderse en esa línea (como en el caso de la resurrección en Lázaro en Jn 9) como signo de resurrección de Jesús y de nacimiento de la Iglesia. La memoria de esta mujer (mnêmosynon autês: Mc 14, 9) pertenece a la raíz de la vida de la iglesia, como la memoria eucarístico de Jesús.

Los paralelos extramarcanos presentan la eucaristía como anámnesis o memoria de Jesús (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 23-25) y el mismo evangelio de Marcos se refiere al pan de las multiplicaciones y la barca como fuente de recuerdo eclesial (cf. mnêmoneuein: Mc 8, 18). A los discípulos les cuesta conservar la memoria activa del pan y por eso desconocen a Jesús y siguen ciegos, no sólo en esta unción de Betania, sino en la misma escena eucarística que sigue (cf. Mc 14, 12-31 donde culmina el tema de los panes). Esta mujer, sin embargo, ha comprendido, volviéndose elemento integral de la memoria de Jesús, una memoria que deberá pasar de Betania en el entorno de Jerusalén a Galilea, como seguirá diciendo 16, 1-8.


La pegunta es ¿cómo se pudo pasar de la muerte de Jesús a la experiencia de pascua, y cómo a partir de la pascua (simbolizada por la tumba abierta) Marcos tuvo que recuperar la historia de Jesús, dentro de la Iglesia?
En un sentido historicista resulta difícil precisar lo que pasó, pero el final de Marcos (16, 1-8) nos ayuda a entenderlo, aunque no dice de un modo directo aquello que Dios hizo en la tumba, ni cómo transfiguró/resucitó a Jesús (¡eso no puede decirse con lenguaje humano!), sino aquello que las mujeres descubrieron cuando “fueron” (de un modo simbólico y, quizá, también histórico) al sepulcro para “ungir (sacralizar) a un muerto”. Esas mujeres no pudieron hacer lo que querían, porque no fueron capaces de encontrar al “muerto” a quien deseaban sacralizar con perfumes… y, además, porque ese cuerpo (el sôma de Jesús: cf. 14, 3) había sido ungido ya en casa de Simón Leproso (14, 3-9, como he dicho. Eso significa, a mi entender, que hay una intensa conexión entre esos dos pasajes (16, 1-8 y 14, 3-9), y ambos han de verse y entenderse unidos.


Sea como fuere, la transformación del cadáver para la muerte en perfume para la vida constituye una expresión radical de pascua. En ella se transmite la verdad y contenido del signo de la tumba vacía, donde (en consonancia con del perfume de la mujer y de la palabra de Jesús, que la defiende) escuchamos la palabra del joven que dice a las mujeres que Jesús ha resucitado (es buen perfume) y les manda que expandan su mensaje y vayan con el resto de los discípulos a Galilea .

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