sábado, 2 de abril de 2011

Fue resuelto en la cruz

Debemos de una vez por todas entender lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Él quitó para siempre aquello que ofende el ojo santo de Dios para que tengamos el derecho a estar en su presencia por la eternidad. Somos aceptados en la presencia de Dios y no hay nada en contra de nosotros en el corazón de Dios.


No dé un paso más hasta que usted aprenda la eficiencia de la sangre de Cristo - ¡Usted ha sido perdonado totalmente! La cruz nos limpió ante los ojos de Dios. Puede que nosotros nos olvidemos de esto pero Él nunca lo hará.


El velo fue rasgado para darnos acceso a Dios y con ello, Él nos dice “¡Tú eres aceptado! Entra confiadamente a mi trono porque ahora tú eres mío en el Amado.” Si Dios está satisfecho, ¿por qué no lo deberíamos de estar nosotros? Este es un asunto que debe de ser resuelto. ¿Hay alguna cosa que lo separe a usted de su Padre en los cielos? Puede que usted diga, “¡Mi corazón me condena! He dicho y he hecho cosas que entristecerían al Espíritu.


Me siento indigno y los cielos parecen estar hechos de metal.” A todo esto, usted puede contestar, “¡Pero Dios es más grande que mi corazón!” ¿Odia usted sus pecados? ¿Los ha confesado? ¿Cree usted que a través de Jesús, “Se anuncia perdón de pecados” (Hechos 13:38)? Aquí es donde muchos cristianos fallan.


Ellos viven con miedos y ataduras innecesarias porque no entienden la victoria de la cruz. Ellos están limpios ante los ojos de Dios y Él está totalmente satisfecho por el sacrificio de Cristo, pero ellos no lo saben. Nada impide el acceso ante Él excepto nuestro temor y falta de conocimiento. Cuando el velo fue partido, ¡Dios salió a encontrarse con usted y conmigo! ¡Nosotros nos acercamos a Él – y Él sale por nosotros! ¡Cuán increíble!


Nosotros ofendemos a Dios pero él está tan ansioso de hacernos puros ante sus ojos que envía su propio sacrificio por nuestros pecados. El pecado fue juzgado y la ofensa fue removida. Ahora Dios puede decir, “Nunca más me acordaré de sus pecados ni de sus maldades” (Hebreos 8:12). ¡Él mismo quitó la distancia que había! Dios no está queriendo imputar pecados en contra nuestra. En su lugar, Él busca reconciliarnos consigo mismo. Él desea que vivamos en la bendición de saber que el tema del pecado fue resuelto para siempre en la cruz.


David Wilkerson

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