martes, 10 de abril de 2012

Cientificos seculares (no cristianos) dicen tener pruebas incontrovertibles de que el Diluvio de Noé sí sucedió







Últimamente más y más investigadores por todo el mundo aseguran haber hallado por fin pruebas científicas de los mitos bíblicos, e incluso revelan fechas exactas de los acontecimientos que habrían pasado de padres a hijos durante miles de años en forma de leyenda antes de poder ser grabados en el papel. Así, los geólogos austríacos Alexander Tollmann y su esposa Edith Kristen-Tollmann de la Universidad de Viena, en su estudio realizado, aseguraron haber logrado calcular la fecha exacta del Diluvio universal, último evento global catastrófico a escala planetaria que la humanidad conoce por el Antiguo Testamento. Aunque la mayor parte de las opiniones referentes al Diluvio universal del Génesis bíblico-mesopotámico se inclinan a pensar que tiene un origen mítico, los científicos afirman en su trabajo que un profundo análisis estratigráfico de las tectitas y los núcleos de hielo les dio pruebas suficientes no solamente para llegar a la conclusión de que el acontecimiento bíblico realmente sucedió, sino que también revelar que tuvo lugar el 23 de septiembre de 9545 a.C.


Últimamente más y más investigadores por todo el mundo aseguran haber hallado por fin pruebas científicas de los mitos bíblicos, e incluso revelan fechas exactas de los acontecimientos que habrían pasado de padres a hijos durante miles de años en forma de leyenda antes de poder ser grabados en el papel.


Así, los geólogos austríacos Alexander Tollmann y su esposa Edith Kristen-Tollmann de la Universidad de Viena, en su estudio realizado, aseguraron haber logrado calcular la fecha exacta del Diluvio universal, último evento global catastrófico a escala planetaria que la humanidad conoce por el Antiguo Testamento.


23 de septiembre de 9545 a.C.


Aunque la mayor parte de las opiniones referentes al Diluvio universal del Génesis bíblico-mesopotámico se inclinan a pensar que tiene un origen mítico, los científicos afirman en su trabajo que un profundo análisis estratigráfico de las tectitas y los núcleos de hielo les dio pruebas suficientes no solamente para llegar a la conclusión de que el acontecimiento bíblico realmente sucedió, sino que también revelar que tuvo lugar el 23 de septiembre de 9545 a.C.
El evento, que no obstante está presente en todas las culturas, se interpreta por los investigadores como la consecuencia de una colisión de un cometa con la Tierra, cuyos fragmentos más importantes cayeron en el océano, lo que generó un terremoto de un poder sin precedentes, erupciones de volcanes, tsunamis, huracanes y fuertes lluvias a escala mundial, seguidos primero por una subida significativa de las temperaturas en el planeta y luego por un brusco enfriamiento.
Nada más publicado, la hipótesis causó una ola de críticas y fue rechazada por múltiples expertos que culpaban a los Tollmann, entre otras cosas, de publicar un estudio pseudocientífico debido a la imposibilidad de calcular la fecha exacta de una serie de acontecimientos catastróficos que describen los geólogos que, además, no gozan de ninguna evidencia física creíble.

6000 a.C.

Según otra corriente de opinión, el Diluvio pudo ser en realidad un tsunami mediterráneo producido por el estallido del volcán Etna en la ribera oriental de Sicilia que ocurrió alrededor del año 6000 a.C. y causó un enorme tsunami que dejó su marca en varios lugares del mar Mediterráneo.

5600 a.C.

Entre las múltiples hipótesis del acontecimiento, una pertenece a los geólogos estadounidenses William Ryan y Walter Pitman, de la Universidad de Columbia, que por su parte hablan de la inundación del mar Negro, cuya estrecha franja de tierra que lo separaba del mar Mediterráneo, al terminar la era glacial, se habría erosionado causando sobre el 5600 a.C. una inundación catastrófica.

2370 a.C.

El Diluvio universal es un acontecimiento narrado en el Génesis, el primer libro de la Biblia, sobre la historia de Noé y el castigo enviado por Dios a la humanidad por sus pecados. Según la cronología del libro, el evento tuvo lugar en el año 2370 a.C.

Artículo completo en: http://actualidad.rt.com/ciencia_y_tecnica/inventos/issue_38428.html
http://actualidad.rt.com/ciencia_y_tecnica/inventos/issue_38428.html


¿Cómo cambió el relieve después del Diluvio?


La Biblia describe la ocurrencia del Diluvio como un fenómeno catastrófico de alcance mundial, con una fortaleza que debió haber estremecido los cimientes más íntimos del planeta:
"El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Las aguas crecieron y levantaron el arca, y se elevó sobre la tierra. Las aguas crecieron y se incrementaron tanto sobre la tierra que el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. Las aguas subieron tanto sobre la tierra que las montañas más altas debajo de todos los cielos fueron cubiertas. Las montañas fueron cubiertas, y las aguas crecieron quince codos por encima. Y murió todo ser que se desplaza sobre la tierra, tanto las aves como el ganado, las fieras, los animales que se desplazan sobre la tierra y todos los hombres. Murió todo cuanto tenía aliento de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra seca. Así fue arrasado de la faz de la tierra todo ser viviente. Fueron arrasados de la tierra desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo. Sólo quedaron Noé y los que estaban con él en el arca. Y las aguas prevalecieron sobre la tierra durante 150 días." Génesis 17:24

Cuando el escenario que describe la Biblia ocurrió, debieron haberse activado grandes movimientos sísmicos, causando que un brote potente y asombrosamente gigantesco de lava reconfigurara el relieve interno de la corteza terrestre. El movimiento de las capas tectónicas debió haber sido feroz y la reconfiguración de la geografía del mundo debió haber cambiado drásticamente. La existencia de gigantescos cañones en el suelo del Atlántico muestran un rompimiento de las capas tectónicas alguna vez en el pasado distante.


La evidencia muestra que los océanos han aumentado de tamaño. Mucha de la tierra seca que antes existía se hundió, y mucho del piso de los océanos debió haberse elevado. Es en ese momento cuando la Edad de Hielo o Época Glaciar comenzó, cuando grandes cantidades de agua quedaron atrapadas en las regiones polares, congelándose y convirtiéndose en el hielo que hoy observamos en ellas. El Canapé que antes existía colapsó y toda esa agua que antes rodeaba el planeta condensó sobre las regiones polares. A partir de ese momento, y por varios siglos, las condiciones atmosféricas resultaron en temperaturas mucho más bajas en casi toda la superficie de la tierra.
Con respecto a la separación de este Supercontinente, la Biblia nos dice:
"Tú con tu poder dividiste el mar…" Salmo 74:13
"Con su conocimiento fueron divididos los océanos…." Proverbio 3:20
"A Heber le nacieron dos hijos: El nombre del primero fue Peleg, porque en sus días fue dividida la tierra." 1 de Crónicas 1:19

¿Vestigios del Diluvio Bíblico?


Las tumbas reales de los sumerios. — Una misteriosa capa de lodo. — Huellas del Diluvio universal bajo las arenas del desierto. — Una catastrófica inundación ocurrida 4.000 años antes de J.C.
ENTONCES YAHVÉ DIJO A NOÉ: "ENTRA TÚ Y TODA TU FAMILIA EN EL ARCA, PUES TE HE OBSERVADO JUSTO ANTE Mí EN ESTA GENERACIÓN... PUES DENTRO DE SIETE DÍAS VOY A HACER LLOVER SOBRE LA TIERRA CUARENTA DÍAS Y CUARENTA NOCHES Y ANIQUILARÉ DE SOBRE LA FAZ DE LA TIERRA A TODOS LOS SERES QUE PRODUJE. A LOS SIETE DÍAS, LAS AGUAS DEL DILUVIO IRRUMPIERON SOBRE LA TIERRA (Gén. 7:1-4, 10).


Cuando oímos nombrar el Diluvio pensamos inmediatamente en la Biblia y en el arca de Noé. Esta extraordinaria historia del Antiguo Testamento peregrinó con el cristianismo por todo el mundo. Así se convirtió en la más conocida tradición acerca del Diluvio, aunque no es, en modo alguno, la única. En los pueblos de todas las razas existen diversas tradiciones de una gran catástrofe de esta índole. Los griegos, por ejemplo, relataban la leyenda de la inundación del Deucalión; mucho antes de Colón existía entre los aborígenes del continente americano el recuerdo de una gran inundación; también en Australia, en la India, en Polinesia, en el Tibet, en Cachemira, así como entre los lituanos, el relato de un diluvio ha pasado de boca en boca, de generación en generación, hasta nuestros días. ¿Es que todo eso no es más que una inmensa y coincidente fantasía, un cuento, una leyenda, es decir, un relato producto de la imaginación?


Lo más probable es que unas y otras no sean otra cosa que el reflejo de una misma catástrofe universal. Tan grandioso fenómeno debió de ocurrir cuando ya había hombres que pensaban, que sobrevivieron a él y que pudieron dar cuenta de lo acontecido. Los geólogos creen poder descifrar el enigma de aquel remoto acontecimiento mediante su ciencia, teniendo en cuenta la existencia de épocas de gran calor entre glaciales intermedias. Cuatro veces subió el nivel de los mares al fundirse lentamente la coraza de hielo, de varios miles de metros de espesor en algunos sitios que cubría los continentes. Las masas líquidas, nuevamente puestas en libertad, cambiaron el aspecto del paisaje, inundaron las costas bajas junto a los mares y los valles, destruyendo a los hombres, a los animales y al mundo vegetal. En una palabra: todos los intentos de explicación terminaban en meras especulaciones e hipótesis.


Pero las hipótesis no aquietan al historiador. Éste requiere siempre una demostración palpable y material, y semejante demostración no existía; ningún científico, cualquiera que fuera su especialidad, podía demostrar su existencia. Sólo por una pura casualidad, es decir, por medio de unas excavaciones practicadas con finalidades muy distintas, se le ofreció al investigador la prueba palpable de la existencia del diluvio. Y esto sucedió en un lugar que ya conocemos: ¡en las excavaciones practicadas en Ur!


Hacía seis años que los arqueólogos americanos e ingleses estaban explorando las tierras de Tell-al-Muqayyar, las cuales, entre tanto, daban la sensación de una inmensa obra en construcción. Cuando el ferrocarril se detiene por unos instantes en este lugar, los viajeros quedan asombrados al ver los enormes montones de arena extraída de las excavaciones. Fueron removidos trenes enteros de tierra, cascotes y examinados cuidadosamente. La arena fue pasada por tamices y los escombros milenarios fueron manejados cual si se tratara de un valioso tesoro. La actividad, la perseverancia, el cuidado, los desvelos desplegados durante seis años habían procurado un botín considerable. Los templos sumerios con sus almacenes, sus talleres y sus tribunales, las casas de los ciudadanos constituyeron desde 1926 a 1928 hallazgos de tal importancia, que eclipsaron todo cuanto se había realizado anteriormente.


Tales eran las tumbas reales de Ur — con cuyo nombre Woolley había designado, en la euforia de sus descubrimientos, los sepulcros de notables sumerios — colocadas en una larga hilera cuyo esplendor verdaderamente real, las palas habían sacado a la luz desde el interior de un montículo de arena de 15 metros de altura, situado al sur del templo. Las cámaras sepulcrales de piedra parecían verdaderas cámaras de un tesoro, pues estaban completamente llenas de todo lo de valor que en otro tiempo poseía Ur. Copas y tazas de oro; cántaros y vasos de formas maravillosas; objetos de bronce; mosaicos de madrépora en relieve; obras de lapislázuli y de plata rodeaban a los cadáveres reducidos a polvo. Arpas y liras estaban apoyadas en los muros. Un hombre joven "héroe del país de Dios," según dice de él una leyenda, lleva un yelmo de oro. Un peine de oro adornado con flores formadas con piedras de lapislázuli adorna el cabello de la bella sumeria Shub-ad, la "Lady Shub-ad," como la llaman los ingleses... Cosas tan bellas no las hubo ni en la célebre cámara nupcial de Nofrete ni en la de Tutankamon. ¡Y las tumbas reales de Ur son 1.000 años más antiguas que aquéllas!
Pero, junto a estas preciosidades, las tumbas reales ofrecieron una visión terrible y siniestra para la sensibilidad de los hombres de nuestra época que se enfrentaron ante ella con un ligero escalofrío. En el interior de las cámaras sepulcrales pudieron comprobar la presencia de auténticas yuntas. Los esqueletos de los animales de tiro estaban aún uncidos a los carros llenos de artísticos utensilios domésticos. ¡Era evidente que todo el séquito funeral había seguido a los magnates en el camino de la muerte, según daban a entender los esqueletos vestidos de fiesta y cargados de adornos que les rodeaban! Veinte eran los cadáveres que contenía la tumba de Lady Shub-ad. En otras aparecieron más de setenta.


¿Cuál fue la tragedia ocurrida un día en estas tumbas?


No había el menor rastro que demostrara que los hombres sufriesen muerte violenta. Los respectivos séquitos parecen haber seguido a sus difuntos soberanos en caravana festiva, con los bueyes uncidos a los carros portadores de los tesoros del difunto. Y mientras se cerraba la tumba por fuera, ellos oraban seguramente en su interior para impetrar su último descanso. Después debían de tomar alguna droga, se agrupaban por última vez alrededor del difunto y morían voluntariamente, para así seguir sirviéndole en otra existencia.
Durante dos siglos los habitantes de Ur habían enterrado a sus personajes importantes en esas tumbas. ¡Al abrir la última y mas profunda, los investigadores del siglo XX tenían ante sí la imagen de lo que aconteció en el año 2800 antes de J.C.!
Al aproximarse el verano de 1929, la sexta campaña de exploración de las tumbas de Tell-al-Muqayyar toca a su fin. Woolley ha llevado de nuevo sus colaboradores nativos a la colina de las "tumbas reales." No la deja descansar. Quiere saber si debajo de la última tumba real el terreno puede aún dar lugar a descubrimientos en una próxima campaña de exploración.
Una vez separado el enlosado de las tumbas, un par de paletadas dan a comprender que por debajo aún siguen las capas de escombros. ¿Cuan profundamente penetrarán en la Antigüedad esos mudos medidores del tiempo?


¿Cuándo aparecerán en el fondo de esta colina, sobre la roca viva y el terreno virgen los restos del primer establecimiento humano?


¡Esto es lo que quiere averiguar Woolley! Despacio, con sumo cuidado, hace cavar pozos y comprueba personalmente la naturaleza de los materiales que se van extrayendo. "Casi en seguida — escribe en su comunicación — se realizan nuevos descubrimientos que confirman nuestras suposiciones; directamente debajo del suelo de una de las tumbas reales y en un montón de cenizas de madera quemada se encuentran numerosas tablillas de barro con inscripciones de tipo mucho más antiguo que aquellas que recubrían las tumbas. A juzgar por ellas podían pertenecer al siglo XXX antes de J.C. Eran, pues, seguramente, dos siglos más antiguas que las cámaras sepulcrales."
Los pozos se van profundizando cada vez más; aparecen nuevas capas con restos de ánforas, vasos y jarrones. El investigador comprueba con extrañeza que la cerámica sigue inalterable. Parece ser de la misma calidad que las piezas halladas en las cámaras reales. Durante los siglos la civilización de los sumerios no habría realizado progreso alguno digno de mención. En una edad extraordinariamente lejana habría adquirido un alto grado de desarrollo.


Cuando, al cabo de muchos días, los que allí trabajaban le gritan que han llegado al fondo, Woolley baja personalmente al interior del pozo para convencerse. En efecto, han terminado los restos de toda cultura. Del suelo, aún no removido, pueden recogerse los últimos fragmentos de objetos domésticos; aquí y allá se ven rastros de un incendio. "¡Por fin!" es el primer pensamiento de Woolley. Examina cuidadosamente la naturaleza del terreno que se halla en el fondo del pozo y queda perplejo: ¡es lodo, lodo como únicamente puede resultar de la sedimentación de las partículas contenidas en el agua! Pero, ¿de dónde puede proceder el lodo en aquel sitio? Woolley trata de dar con una explicación: "no puede ser más que el lodo dejado por una inundación, originado por la acumulación de partículas en suspensión en las aguas del Éufrates de otras épocas." Esta capa debió de depositarse cuando el gran río tenía su delta mucho más al interior en el Golfo Pérsico, exactamente como aún sucede junto a la desembocadura, donde la tierra avanza cada año 25 metros dentro del mar. Cuando Ur alcanzó la primera época de su esplendor, el Éufrates debía estar tan cerca que la gran torre se debía de reflejar en sus aguas, y desde la punta de su santuario se debía ver el golfo. Sobre el fondo de lodo del antiguo delta debieron de levantarse las primeras casas.
Sin embargo, mediciones y calculos realizados sobre el terreno con mayor precisión, conducen a Woolley a nuevos resultados y le inducen a sentar conclusiones muy distintas.

El pozo en el cual comenzaba a aparecer la capa de lodo se hallaba muchos metros por encima del nivel del río. Ello demuestra que no pueden ser aluviones depositados por el Éufrates. ¿Qué significaba, pues, aquella capa singular? ¿Cómo se había producido? Ninguno de sus colaboradores acierta a dar una contestación satisfactoria. Así, pues, siguen excavando, profundizando el pozo. Excitado, mira Woolley cómo, de nuevo, van subiendo los capazos y examina su contenido. Las palas van profundizando la capa, un metro, dos metros... ¡No sale más que lodo! Al llegar a unos tres metros de profundidad, la capa de lodo termina en forma tan súbita como había empezado.


¿Qué seguirá después?


Los capazos que siguieron, una vez examinados, dan una contestación que ninguno de aquellos hombres hubiera podido soñar. Se resisten a creer lo que sus ojos están viendo. Habían esperado hallar la roca viva, la tierra virgen. Pero lo que se les presenta a la luz del sol son cascotes y más cascotes. Restos del pasado, entre ellos numerosos fragmentos de cerámica. ¡Debajo de una capa de lodo de casi tres metros de espesor se han encontrado nuevamente restos de un asentamiento humano! Tanto el aspecto como la técnica de la cerámica ha cambiado por completo. Encima de la capa de lodo las ánforas y las cubetas habían sido evidentemente realizadas al torno; en cambio estas vasijas lo fueron con las manos. Por más cuidadosamente que se examinan los capazos que suben a la superficie del pozo, ante la creciente expectación de los exploradores, no se descubre en ellos resto alguno de metal. La herramienta primitiva que encuentran es de sílex labrado, ¡Herramientas de la Edad de Piedra!
Aquel mismo día expiden un telegrama. Mesopotamia daba al mundo la noticia más sensacional que seguramente jamás le habrá conmovido la imaginación: "¡Hemos encontrado huellas del Diluvio Universal!"


El extraordinario descubrimiento realizado en Ur, llena los titulares de la Prensa en los Estados Unidos y en Inglaterra. El Diluvio, esta era la única explicación plausible ante la enorme acumulación de barro encontrado debajo de la colina de Ur, la cual, evidentemente, separaba dos civilizaciones humanas. El mar había dejado sus inconfundibles huellas en forma de restos de animales marinos mezclados en el lodo. Woolley quiso adquirir lo más pronto posible asegurarse sobre tan importante cuestión; una casualidad, aunque inverosímil, habría podido engañarle, así como a sus colaboradores. A 300 metros de distancia del primer pozo hizo abrir otro.
Las palas dejaron al descubierto un perfil idéntico: restos de cerámica, capa de barro, restos de utensilios de barro de fabricación manual.

Para eliminar toda duda, Woolley hace abrir otro pozo en una colina natural, en las capas de restos fragmentados donde había estado edificada la población, es decir, sobre un terreno situado a mayor altura que la capa de lodo.


1. Estrato de las tumbas de los reyes. -2. Estrato de la cerámica fabricada al torno. - 3. Estrato de lodo (3 metros). - 4. Estrato de la cerámica anterior al Diluvio.
Más o menos, a la misma profundidad que los otros dos pozos terminan aquí los fragmentos de cerámica fabricados al torno. Inmediatamente debajo sigue la cerámica fabricada a mano. Exactamente igual a lo que Woolley había supuesto y esperado. Naturalmente, falta aquí la capa de lodo que las separaba.
"Aproximadamente a unos 16 pies (5 metros) debajo de un pavimento de ladrillos — escribe Woolley —, que con toda seguridad podríamos adscribir al año 2700 antes de J.C., estábamos en las ruinas de aquella Ur que había existido antes del Diluvio."


¿Hasta dónde se extendía la capa de lodo? ¿Cuáles fueron los territorios afectados por la catástrofe?


Una investigación en regla, siguiendo las huellas del gran río, se practica en otros lugares de Mesopotamia meridional. Otros arqueólogos descubren un nuevo e importante punto de referencia en Kiroch, al nordeste de la antigua Babilonia, allí donde el Éufrates y el Tigris, describiendo grandes curvas, se acercan uno a otro. Asimismo dan con una capa formada por aluviones, pero aquí sólo tiene medio metro de espesor. Mediante catas se llega a determinar poco a poco la extensión que alcanzaron las aguas. Según la opinión de Woolley, la catástrofe, al noroeste del Golfo Pérsico, cubrió una extensión de 630 kilómetros de longitud por 160 kilómetros de anchura. Al contemplar el mapa se saca la impresión que sólo fue según diríamos hoy un "suceso local"..., pero para los habitantes de la cuenca de estos ríos fue todo su mundo.
Después de incontables investigaciones y pruebas realizadas sin un resultado positivo, hacía tiempo que se había desechado la posibilidad de descifrar el misterioso enigma del Diluvio que parecía haber tenido lugar en tiempos tan inmensamente lejanos que el hombre jamás podría alcanzar. Pero los incansables y certeros trabajos llevados a cabo por Woolley y sus colaboradores pusieron al descubierto un hecho de gran importancia para los científicos: una inundación catastrófica que recuerda el Diluvio mencionado por la Biblia, considerado por los escépticos como un cuento o una leyenda, pero que había ocurrido en realidad y en una época histórica susceptible de ser determinada.


A los pies de la vieja torre escalonada de los sumerios, en Ur, en el curso inferior del Éufrates, se podía bajar por una escalera al interior de un pozo y observar los restos dejados por una inundación catastrófica — una capa de lodo de casi tres metros de espesor — y hasta tocarla con la mano. Y por la edad de las capas formadas por los restos dejados por los pobladores de aquellos territorios en los cuales, como en un calendario, podía leerse el tiempo, resultaba posible determinar cuándo tuvo lugar la grandiosa inundación:
¡Aconteció 4.000 años antes de Jesucristo!

4. Relato de una Inundación Procedente de la Antigua Babilonia.


La epopeya de Gilgamesh y la Biblia. — Doce tablas de arcilla encontradas en Nínive. — Una epopeya antiquísima en la biblioteca de Assurbanipal. — Utnapishtim, ¿el Noé de los sumerios? — El secreto del monte Ararat. — Una nave gigantesca entre los restos de un ventisquero. — Expediciones en busca del Arca bíblica.
DIJO, PUES, DIOS A NOÉ: "FABRÍCATE UN ARCA DE MADERA DE CONÍFERA, HAZ EN EL ARCA DIVERSAS MANSIONES Y EMBRÉALA POR DENTRO Y FUERA CON BREA" (Gén. 6:14).
A principios del siglo XX, mucho antes de que Woolley descubriera Ur, tuvo lugar un hallazgo sensacional que dio ocasión a violentas discusiones en torno a la Sagrada Escritura.
Un relato antiquísimo y misterioso había surgido de las tinieblas del antiguo Oriente; era un poema heroico, compuesto de 300 cuartetas, grabadas sobre doce macizas tablillas de barro, que cantaban las maravillosas aventuras del legendario rey Gilgamesh.
El texto era asombroso: Gilgamesh hablaba, al igual que la Biblia, de un hombre que había precedido y sobrevivido a la gran catástrofe de una inundación.


¿De dónde procedía esta grandiosa y notable epopeya?


Fueron unos exploradores ingleses quienes, en expediciones realizadas durante el año 50 del pasado siglo, habían encontrado aquellas doce tablillas de barro, junto con otros veinte mil textos, perfectamente ordenados, entre las ruinas de la biblioteca de Nínive, considerada como la más célebre de la Antigüedad y construida por Assurbanipal en el siglo VII antes de J.C., en la vieja Nínive, a orillas del río Tigris.
Este tesoro, de valor incalculable, existente ahora en el Museo Británico, fue embalado cuidadosamente y emprendió el largo viaje desde Nínive hasta Inglaterra.
Pero su verdadero valor no fue conocido hasta algunos lustros más tarde, cuando se hizo posible descifrar los textos.
Por aquel entonces no había nadie que pudiese hacerlo. A pesar de todos los esfuerzos, las tablillas permanecían mudas. Poco antes del 1900, en las sobrias aulas del Museo Británico, después de 2.500 años, empezó a tomar sentido uno de los más bellos poemas del Oriente antiguo, y los asiriólogos podían leer por vez primera la epopeya de Gilgamesh.
Este poema está escrito en el lenguaje cortesano y diplomático de la época del rey Assurbanipal, es decir, en acádico. La forma que presentaba en la biblioteca de Nínive la había recibido un milenio antes, en la época del gran rey Hammurabi de Babilonia, en cuya metrópoli, situada al margen del Éufrates, fue descubierto otro ejemplar. Otros hallazgos apoyan la opinión según la cual la epopeya de Gilgamesh formaba parte del tesoro cultural de todos los estados del antiguo Oriente. Los hititas y los egipcios lo traducen a sus respectivos idiomas y las tablillas escritas con caracteres cuneiformes encontradas en el país del Nilo dejan aún apreciar huellas claras de tinta roja en aquellos puntos que, al parecer, ofrecían alguna dificultad a los traductores egipcios.
Un pequeño fragmento de arcilla nos descubre el origen de la epopeya de Gilgamesh de una manera definitiva. El mundo debe su forma primitiva a los sumerios, a aquel pueblo cuya metrópoli se había alzado en el emplazamiento de Ur.
Gilgamesh — así lo narra el texto cuneiforme de la tablilla procedente de la biblioteca de Nínive — está decidido a asegurarse la inmortalidad, y con este fin emprende un largo y aventurero viaje, en busca de su antepasado Utnapishtim, de quien espera conocer el secreto de la inmortalidad, con que fue agraciado por los dioses. Llegado a la isla en que Utnapishtim vive, Gilgamesh le pregunta sobre "el misterio de la vida." Utnapishtim le cuenta cómo antes vivía en Shuruppak y era un fiel adorador del dios Ea. Cuando los dioses decidieron destruir el mundo por medio de un diluvio, Ea previno a su adorador y le dio estas órdenes:
"Hombre de Shuruppak, hijo de Ubaratutu, / destruye tu casa / y construye un navío. / Abandona las riquezas, / ¡busca la vida! / Desprecia los bienes, / ¡salva la vida! / Mete toda simiente de vida dentro del navío. / El navío / que debes construir... / las medidas estén [bien] proporcionadas."
Todos conocemos el maravilloso relato que sigue. Ahora bien, la Biblia nos cuenta de Noé, lo que la epopeya de Gilgamesh cuenta de Utnapishtim.

"Habló, pues, Dios a Noé...: Fabrícate un arca de madera de conífera... Meterás además en el arca, de entre todo viviente y todo ser animado, dos de cada clase a vivir contigo; serán macho y hembra" (Gén. 6:13).


Para poder comparar los textos con mayor facilidad, citamos a continuación en la parte izquierda lo que Utnapishtim dice acerca del acontecimiento por él vivido, y en la parte derecha, lo que la Biblia refiere acerca del diluvio y de Noé.
Utnapishtim, de acuerdo con las órdenes recibidas del dios Ea, construye el navío y dice:
El quinto día tracé su estructura. La longitud del arca será de 300 codos, de 50 codos su anchura y de 30 codos su altura (Gén. 6:15).
Su superficie era de doce iku (unos 3.000 metros cuadrados).
Las paredes eran de diez gar (un gar es igual a 6 metros aproximadamente) de altura.

Los recubrí con seis pisos; repartí su anchura siete veces. Plantas bajas, segundas y terceras le harás (Gén. 6:16).


Su interior lo repartí nueve veces. Haz en el arca diversas mansiones (Gén. 6:14).
Seis sar (medida desconocida) de brea eché en el horno. Y embréala por dentro y fuera con brea (Gén. 6:14).
Cuando Utnapishtim ha terminado la construcción del navío celebra una espléndida fiesta. Sacrifica bueyes y ovejas para los que le han ayudado y les obsequia "con mosto, cerveza, aceite y vino con la misma profusión que si se tratara de agua corriente." Luego prosigue:
Y ante las aguas del diluvio entró Noé en el arca, acompañado de sus hijos, mujer y las mujeres de sus hijos.

Todo lo que tenía lo cargué con toda clase de simiente de vida.
Metí en el navío a toda mi familia y parentela. De los animales puros y de los animales que no lo son y de las aves y de todo lo que se arrastra sobre el suelo, de dos en dos vinieron hasta Noé al arca, macho y hembra, como había Dios mandado a Noé (Gén. 7:7-9).
Ganados del campo, animales del campo, artesanos... a todos los metí.
Entré en el navío y cerré mi puerta. Y Yahvé cerró tras él (Gén. 7:16).


Cuando brilló la luz matutina, de los fundamentos del cielo se alzó una nube negra: Adad rugía allí dentro.
El furor de Adad llega hasta el cielo; y toda claridad se cambia en tinieblas. A los siete días las aguas del diluvio irrumpieron sobre la tierra... En ese día se hendieron todas las fuentes del gran abismo y las compuertas del cielo se abrieron (Gén. 7:10-11).
Los dioses quedan horrorizados ante la inundación y se refugian en lo más alto del cielo, en el cielo del dios Anu. Antes de penetrar en él "se acurrucan como perros" y, afligidos y asustados por la catástrofe, protestan cabizbajos y llorosos.
¡Es ésta una descripción digna de Homero!
Mientras tanto continúa el diluvio:
Seis días y seis noches corre el viento, el diluvio; la tempestad devasta la región. Entonces acaeció el diluvio sobre la tierra durante 40 días, y se multiplicaron las aguas.
Así, pues, las aguas crecieron sobre la tierra de forma que quedaron cubiertos todos los montes más altos que bajo el cielo entero existían (Gén. 7:17-19)


Cuando llegó el séptimo día, la tempestad, el diluvio, fue vencido en la batalla, que como ejército había librado. Entonces se acordó Dios de Noé... E hizo pasar un viento sobre la tierra, tras lo cual fueron menguando las aguas (Génesis 8:1).
Se amansó el mar, calló el huracán, cesó el diluvio.
Y todo el género humano se había convertido en fango. Cerráronse, pues, los manantiales del abismo y las compuertas celestes y cesó el aguacero del cielo. Con esto fuéronse desviando gradualmente de sobre la tierra las aguas, las cuales fueron decreciendo al cabo de 150 días (Gén. 8:2-3).
La campiña se había puesto parecida a una techumbre. De esta suerte pereció cuanto ser corpóreo se movía sobre la tierra... así como toda la humanidad (Gén. 7:21).


¡Todo el género humano se había convertido en fango! Utnapishtim, el Noé de los sumerios, describe lo que él mismo ha vivido. Los babilonios, los asirios, los hititas y los egipcios que tradujeron estas palabras o las recibieron por tradición, jamás sospecharon, como ni tampoco los modernos asiriólogos, que infatigable fue descifrar las tablillas de escritura cuneiforme, que contenían la relación de acontecimientos, realmente sucedidos.
Hoy día estamos convencidos de que el verso 134 de la tablilla XI de la epopeya de Gilgamesh tiene que transmitir el relato de un testigo ocular. Sólo un hombre cuyos ojos hayan contemplado las desoladoras secuelas de la catástrofe es capaz de describirla en forma tan patética y realista.
Sin duda que él tuvo que haber visto con sus propios ojos la inmensa capa de fango que cubrió a todo ser viviente cual una mortaja, y que dejó la campiña "lisa cual techumbre de un edificio."
La misma descripción precisa y detallada que hace de la gran tempestad abona esta suposición. En efecto, Utnapishtim habla expresamente de una tempestad procedente del sur, lo cual responde exactamente a la situación geográfica del país. El Golfo Pérsico, cuyas olas fueron arrastradas por la tempestad sobre la tierra firme, está situado al sur de la desembocadura del Tigris y del Éufrates. Utnapishtim describe hasta en los más mínimos detalles con trazos exactos los fenómenos atmosféricos característicos de aquella región y la aparición de una extraordinaria perturbación en la atmósfera: el surgir de negros nubarrones acompañados del fragor del trueno; la claridad del día que se cambia instantáneamente en tinieblas; el desencadenamiento de la tempestad, procedente del sur y que arrastra consigo las aguas.


Un meteorólogo reconoce en seguida que se trata de la descripción del origen y desarrollo de un ciclón, de un tornado. La moderna meteorología sabe hoy que los terrenos costeros de las zonas tropicales, las islas en medio del océano y, sobre todo, las cuencas inundadas de los ríos están expuestas a una especie de diluvio devastador y aniquilante, motivado por un ciclón que a menudo va acompañado de terremotos y de lluvias diluviales.
En las costas de la Florida, en el Golfo de México y en el Pacífico, funciona en la actualidad un servicio de prevensión con amplias ramificaciones, que disponen de todos los adelantos técnicos. Pero a los hombres que vivían en Mesopotamia hacia el año 4000 antes de J.C. ni siquiera un moderno servicio de previsión les hubiera sido útil.
A veces un ciclón adquiere proporciones de auténtico diluvio. Existe un ejemplo en época muy reciente.

En el año 1876 se desencadenó un ciclón de esta clase, acompañado de feroces tormentas, que penetró por el Golfo de Bengala y tomó la dirección de la costa, hacia la desembocadura del Ganges. Los mástiles de los buques que navegaban en trescientos kilómetros a la redonda del epicentro fueron abatidos. Bajó la marea. Las aguas, al retirarse, fueron empujadas por las ondas del ciclón. Una ola gigantesca fue formándose. Rompióse sobre el territorio del Ganges y las aguas del mar alcanzaron en la región del río hasta 15 metros de altura. Muchas millas cuadradas quedaron anegadas y unos 215.000 seres humanos perdieron la vida.
Utnapishtim describe a Gilgamesh, que se halla impresionado, lo que sucedió cuando la tempestad hubo cesado.


Abrí la ventana y la luz resbaló por mis mejillas. Al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho (Gén. 8:6).
El navío se posó en el monte Nisir. En el mes séptimo, día 17 del mes, descansó el arca sobre el monte Ararat (Gén. 8:4).


El monte Nisir retuvo al navío y no lo dejó bogar más.
Los textos cuneiformes de Babilonia antigua describen con suma exactitud dónde hay que buscar el monte Nisir: entre el Tigris y el curso inferior del Zabu, donde la escabrosa y escarpada cordillera del Kurdistán asciende desde las llanas riberas del Tigris. El punto indicado, como sitio de abordo de la nave, corresponde exactamente al curso que pudo seguir la catástrofe una vez desencadenada en el Sur. Sabemos por Utnapishtim que Shuruppak era su ciudad natal. Esta ciudad estaba situada cerca de la actual Farah, en medio de la llanura inundada, allí donde el Éufrates y el Tigris se separan formando un amplio arco. Una marea alta procedente del Golfo Pérsico debió de empujar de seguro la nave desde allí hasta la cordillera del Kurdistán.
A pesar de la expresa mención que la epopeya de Gilgamesh hace del monte Nisir, nunca se les ocurrió a los curiosos investigadores explorar este lugar en busca de los restos del navío. En cambio el monte Ararat, mencionado en el relato bíblico, ha sido objeto de verdaderas expediciones en serie.
El monte Ararat está situado en la parte oriental de Turquía, muy cerca de las fronteras del Irán y de la Unión Soviética. Su cumbre, que se eleva 5.156 metros, está cubierta de nieves perpetuas.
Durante el siglo pasado, muchos años antes de que ningún arqueólogo hundiese su azada en el suelo de Mesopotamia, las primeras expediciones emprendieron la ruta del monte Ararat. Una historia pastoril había impulsado a ello.


Hay a los pies del monte Ararat una pequeña aldea armenia, llamada Bayzit, cuyos habitantes desde muy antiguo hablan de los notables relatos de un pastor que cierto día parece que vio un gran navío de madera sobre el Ararat.
El relato de una expedición turca del año 1833 parecía confirmar la historia del pastor. En ella se hablaba de la proa de madera de una embarcación, que en tiempo de verano se dejaba ver en los ventisqueros del sur del monte.


Otro que parece haberla visto es el Dr. Nouri, arcediano de Jerusalén y Babilonia. Este dignatario eclesiástico emprendió en 1893 un viaje de exploración a las fuentes del Éufrates. A su regreso anunció haber visto los restos de un navío entre las nieves perpetuas: "Su interior — escribe — estaba lleno de nieve. Su pared exterior era de un color rojo oscuro."
Durante la primera guerra mundial, un oficial de aviación ruso, llamado Roskowitzki, anunció que había visto desde su avión en la falda sur del Ararat "los restos de un navío singular." En plena guerra, el zar Nicolás II envió inmediatamente un grupo expedicionario. Esta expedición, no sólo vio un navío, sino que lo fotografió. Pero todas las pruebas y documentos parece ser desaparecieron durante la revolución de octubre.


Existen también varias panorámicas tomadas desde aviónes conseguidas durante la última guerra. Ellas se deben a un piloto soviético y a cuatro aviadores americanos.
El monte Ararat en el punto de confluencia de las fronteras correspondientes a Turquía, Irán y la URSS.
Las últimas noticias proceden del historiador americano Doctor Aaron Smith, de Greensborough, hombre conocedor del problema del diluvio. Después de muchos años de trabajo ha reunido la historia literaria sobre la cuestión del arca de Noé. En conjunto son 80.000 las obras escritas en 72 idiomas sobre el Diluvio Universal, 70.000 de las cuales hacen mención de los restos del navío legendario.

En 1951 el doctor Smith, acompañado de 40 hombres, explora durante doce días las capas de hielo del Ararat. "Aunque no encontramos ningún vestigio del arca de Noé — declaró más tarde—, mi fe en la descripción bíblica del diluvio se ha reforzado. Volveremos."
Acuciado por el doctor Smith, el joven explorador francés de Groenlandia, Juan de Riquer, realizó en 1952 una ascensión a este monte de origen volcánico. También él descendió sin haber conseguido nada. A pesar de todo nuevas expediciones se organizan al monte Ararat.
Ninguna tradición de los tiempos antiguos procedente de Mesopotamia está tan de acuerdo con los relatos bíblicos como la de la inundación que figura en la epopeya de Gilgamesh. En algunos pasajes se encuentra hasta una coincidencia en las palabras. No obstante existe una importante y esencial diferencia. La historia del Génesis, con la cual estamos tan familiarizados, reconoce a un solo Dios. Ha desaparecido la idea estrafalariamente pintoresca y primitiva de un cielo superpoblado de dioses, muchos de los cuales ostentan rasgos demasiado humanos, dioses que lloran, se quejan, tienen miedo y "se acurrucan como perros."


La epopeya de Gilgamesh procede sin duda del mismo ambiente vital que existe en el "Fértil Creciente," dentro del cual tuvo origen la Biblia.
Gracias al descubrimiento de la capa de lodo en Ur, se ha demostrado que la antigua epopeya de Mesopotamia relataba un hecho histórico. La gran inundación ocurrida hace 4.000 años en la parte meridional de aquel país ha quedado confirmada arqueológicamente.
Pero surge una pregunta: ¿aquella inundación babilónica es en realidad el diluvio de que nos habla la Biblia?
A esta pregunta no han podido responder todavía ni la Arqueología ni ninguna otra clase de investigaciones.


Fuente: Y la Biblia tenía razón
Werner Keller


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