lunes, 13 de mayo de 2013

Xabier Pikaza: Un profeta de hoy




Una de las reclamaciones que hace el foro de curas de Madrid es la siguiente:

“En primer lugar, nosotros estamos experimentando a diario la “sensación de cansancio”, de miedo al riesgo y la falta de vitalidad que está afectando muy seriamente a gran parte de la Iglesia, sobre todo a sus cuadros docentes y directivos y al pueblo cristiano en general. Somos conscientes de que, sobre todo en las últimas décadas, la dirección de la Iglesia ha vivido más pegada a la doctrina –muchas veces ideología– que a la práctica, más pendiente de la ortodoxia que de la ortopraxis. Esto la ha llevado a colocar la ley antes y por encima del ser humano y a dar mayor importancia al Derecho Canónico que al mismo Evangelio. Por mantener férrea y acríticamente el dogma, se ha perdido el corazón. Y con el corazón se ha perdido la frescura y creatividad, la cercanía y la compasión.
En esta perspectiva nos parece urgente que nuestra Iglesia recupere la manifestación fresca y libre de la fe de la que ha sido privada durante las últimas décadas; el desarrollo normal y sin censura de las disciplinas del saber teológico, pastoral y litúrgico; la revitalización del diálogo intraeclesial, ecuménico, interreligioso e intercultural, vía necesaria para la consecución de la paz y de justicia en el mundo de hoy. Desearíamos en este sentido poder celebrar cuanto antes la rehabilitación de los muchos teólogos y teólogas católicos que han sido censurados y castigados simplemente por practicar el noble ejercicio de pensar.”

 Entiendo que los obispos han de ser los guardianes de la fe. Y que cuanto más tiempo se produce un mal  más difícil será erradicarlo. Esto es verdad para la crianza de los niños, para la vida del estado, y en forma especial, para la vida moral del individuo. Pero es verdad en una forma completamente nueva para la intervención de las autoridades eclesiásticas para el bien de los fieles. Como dice Platón, “cuando los males están muy avanzados nunca es agradable eliminarlos”.

Pero también es bien cierto que se cometen injusticias. Y estoy pensando en la injusticia cometida con un gran teólogo como es Xabier Pikaza. Un hombre humilde  que nunca intenta imponer su magisterio y que siempre está abierto al diálogo.

Xabier Pikaza es un hombre conforme al corazón de Dios, que nunca se dejó intimidar por el temor para callar la Palabra del Señor y para decir la verdad aunque no les guste a los jerarcas. Su amor y su compromiso a Dios lo motivan a seguir sin reservas las directivas del Espíritu Santo para salvar almas para Cristo, por predicar y enseñar la Palabra de Dios al costo que sea. Las adversidades nunca pudieron detener el ímpetu de este corazón apasionado y bravo por Jesús.

Su amistad me hace recordar las palabras de David a Jonathan: “Tu amor era para mí más dulce que el amor de las mujeres”.  La incisividad de sus mensajes es el reflejo de la profundidad de su comunión con Dios. Su valentía en sus publicaciones es el espejo de ese corazón que agrada a Dios, que prefiere hablar antes que callar y ser consumido por dentro, que aunque lo que tenga para decir no siempre sea dulce para el oído, prefiere la aprobación de Dios antes que la del hombre.

Xabier Pikaza conoce muy bien a Dios y entiende perfectamente los signos de los tiempos. Sus palabras y sus escritos son un desafío - incómodo muchas veces - en medio de una Iglesia indiferente, apática, en medio del pecado que abunda, en medio de la tibieza, en medio del confort de una iglesia jerárquica cómplice del sistema opresor que produce oprimidos y deprimidos en serie.

Es importante que en este mundo trivializado y gris, sin utopías ni ilusiones encontrar a personas como Xabier Pikaza, que por su modo de ser, comuniquen luz y ánimo para que podamos ser humanos y cristianos. A estas personas hay que buscarlas como se busca una perla preciosa y el agradecer a Dios el haberlas encontrado. Teólogos como Pikaza, Meier, Joachim Jeremías, Bonhoefer… son este tipo de personas y teólogos que no siendo en “todo perfectos “se muestran humanos y comunican dignidad, esperanza, amor y sentido de la vida.

A los jerarcas Se les llena la boca hablando de "testigos creíbles" del Evangelio. Pero, cuando tienen uno delante, no lo reconocen ni lo valoran. Es la eterna paradoja de esta nuestra institución que persigue y apedrea a sus profetas. ¡Quizás no pueda ser de otra forma! Xabier Pikaza es una bendición para el mundo y para la Iglesia. La Iglesia (jerarquía incluida) le debe un homenaje.

Su mirada penetrante de águila revela el testimonio de una vida santa y consagrada al Señor.

Sus libros  y sus artículos publicados en su blog constituyen un verdadero tesoro para el pueblo cristiano de estos tiempos, y la señal de que Dios habla en este tiempo buscando  siervos y siervas que le respondan.

Si existiera un premio Nobel para la teología no me cabe duda de que Xabier Pikaza sería merecedor de él por sus magistrales obras.

A veces se dicen palabras de mero cumplido, pero no es este el caso, después de haber leído gran parte de sus libros reconozco su gran trabajo.

He aquí un creyente, un teólogo más, que necesita salir “del marco institucional” de la Iglesia para ser fiel al espíritu de la Vida. Es muy fuerte para el que debe hacerlo, y es muy fuerte para la institución eclesial que un maestro espiritual como Xabier Pikaza deba abandonarla para poder seguir siéndolo. Amigo Xabier, también lo hizo Jesús de Nazaret: fiel al corazón de la Vida y dispuesto a lo que viniera, rompió con su familia, con su profesión y su digno salario de carpintero, con sus relaciones sociales, y también en el fondo –lo más duro de todo- con el sistema religioso del Templo y de la Ley.

 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Roma, Roma, que sistemáticamente rechazas el vino nuevo que reventaría tus odres viejos! Tembláis de miedo ante la irrupción del aire puro y limpio que ventile los siniestros rincones de nuestra anciana Iglesia y se lleve la podredumbre acumulada de tantos siglos, y cerráis puertas y ventanas con cancelas al Espíritu de Dios. ¡Cuántas veces he querido reunir a vuestros hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido! Vosotros, que sólo sois capaces de unir en el miedo al fuego eterno, disfrazáis el cisma con juegos de mano ecuménicos en los que sólo guardáis “vuestra verdad”. Nos hace falta otra casa de Dios, mucho más de todos y menos de sus administradores. Con más ternura y menos dogma. Con perdón a fondo perdido. Con la renuncia explícita al poder y la gloria. Con el corazón abierto y la ley del amor. Con la confianza infinita en Dios y su obra. Con el respeto a lo diverso y sus formas de expresión. Con mucha más sencillez formal y sin dobleces interiores. Pues mirad, vuestra casa se os quedará desierta. El Padre no mira como vosotros y todo se derrumba. Se desvanecen vuestras líneas y el desencanto impregna la vida de fe. Se deshacen vuestras vocaciones y habéis perdido el rastro del mundo. Y os digo que no volveréis a verme hasta que exclaméis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!


1 comentario:

  1. Gracias, JC... soy sólo un pequeño obrero de la teología. Con amigos como tú puedo seguir adelante, pero non e tanto como se pensa, ni menos... (bueno, el refrán galego). Un abrazo. Xabier

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