sábado, 7 de abril de 2012

Torres Queiruga: la oración de petición y la oración por los difuntos



Respecto a la oración por los difuntos, el profesor Torres Queiruga sostiene que «no celebramos la eucaristía por nuestro hermano difunto, sino con nuestro hermano difunto (igual que no se celebra por Jesús, sino con Jesús)»[70]. En este sentido rechaza la objetividad de los textos de las plegarias e incluso de los mismos ritos fúnebres: «Verdaderamente, cuando la sensibilidad está medianamente alerta, asombra pensar que podamos tener la ocurrencia de intentar “convencerlo” a él, como si nuestro amor por los difuntos fuese mayor que el suyo o fuese más honda nuestra preocupación por su felicidad. Es claro que nadie pretende tal enormidad en su intención subjetiva, pero la objetividad de las plegarias y de los ritos procede demasiadas veces como si nosotros fuéramos los buenos, cariñosos y misericordiosos, que están esforzándose por conmover a un dios cruel, justiciero y terrible, a quien conviene “propiciar” por todos los medios»[

Pero el catecismo de la Iglesia católica dice lo siguiente:
II. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra

954 Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"» (LG 49):
«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).


955 "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49).


956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad" (LG 49):


«No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).


957 La comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):
«Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires, los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus compañeros y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC 10bis, 232 (Funk 1, 336)).


958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.


959 En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (LG 51).
Resumen

960 La Iglesia es "comunión de los santos": esta expresión designa primeramente las "cosas santas" (sancta), y ante todo la Eucaristía, "que significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman un solo cuerpo en Cristo" (LG 3).
961 Este término designa también la comunión entre las "personas santas" (sancti) en Cristo que ha "muerto por todos", de modo que lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos.

962 "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).

¿Qué me dice el Sr Queiruga de las verdades Bíblicas que hablan del sufrimiento que enseña obediencia? Como dijo Jesús, aprendemos obediencia por las cosas que sufrimos (Hebreos 5:8). Hay muchas escrituras acerca del sufrimiento como las hay acerca de la fe.
Somos malagradecidos, y a menudo convertimos nuestra liberación en desastre. Eso fue lo que le paso a Ezequías. Dios manda a un profeta para que le advirtiera que debía prepararse para morir, diciendo, “Morirás y no vivirás.” Ezequías lloró, se arrepintió y le rogó a Dios por quince años más. Dios contestó su oración; le concedió una nueva vida. El primer año del aplazo, hizo compromiso, exponiendo a Israel a reyes enemigos. Él trajo desastre sobre su familia y su nación.

Hay otros momentos cuando Dios se niega a contestar nuestras peticiones, porque él tiene “algo mejor.” É nos contestara, pero no lo reconoceremos como tal. Lo veremos como rechazo – pero, a través de todo, Dios estará haciendo su perfecta voluntad. Podemos Encontrar este principio obrando cuando Israel fue llevado cautivo a la tierra de los caldeos. “Que desastre,” clamaron. “Dios ha rechazado nuestras oraciones; somos abandonados. Dios ha vuelto hacia nosotros oídos sordos.”

Aquellos que quedaron en Jerusalén se hincharon pensando que Dios había contestado su oración y los había bendecido al permitirles quedarse. Pero aquellos que quedaron atrás fueron destruidos totalmente por la espada, hambre y pestilencia – hasta que todos fueron consumidos (Jeremías 24:10).

Pero aquellos que fueron llevados cautivos se les dijo, “… a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para su bien.” (Jeremías 24:5). Ellos nunca reconocieron la obra de Dios, preservando un remanente, pero aquellos que fueron “salvados a través del sufrimiento” regresaron a reconstruir la tierra.


¿Cómo puede ser que con toda la enseñanza que tenemos hoy acerca de la fe, Jesús dijo:, “… Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). ¿Será que Jesús no considera el tipo de fe moderno como si no fuera fe en absoluto? ¿Es nuestra llamada fe tan egoísta, que se está convirtiendo en una abominación al Señor?

Jesús nos dio una formula para lograr cosas que nos sería imposible hacer sin ella: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho ( Juan 15:7). La Biblia nos señala cual es la voluntad de Dios respecto a nuestras vidas y nos hace saber cómo orar para que sea hecha su voluntad. Debemos orar por todo aquello que signifique honrar a Dios y también por las cosas que benefician a los demás, no solamente por lo que deseamos, o para satisfacer nuestros egoístas placeres.
“No tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:-3).

La fe en Dios y las cosas que nos prometió nos lleva a orar con plena confianza de que él nos responderá. “Es pues, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).

Es Dios mismo quien nos da la fe, la confianza de que hará cuanto prometió. Actúa por medio de su Palabra para fortalecer nuestra fe, y en está tarea cooperamos con él. “Corramos… puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 13:1,2).
“Cada cual… piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno (Romanos 12:3).
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:7).

La historia de Abraham nos enseña que debemos creer sin cesar. Dios le dijo a Abraham que sería padre de naciones. Pero pasaron veinticinco años y Abraham no tenía hijos.
“y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto, o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudo, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gracias a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido (Romanos 4:19-21).


Abraham no solo mantuvo la fe, sino que se fortalecía en fe, cada vez más, plenamente convencido de la fidelidad de Dios. Cuando lo asaltaban los temores y las dudas elevaba su pensamiento a Dios, con los ojos abiertos a la dimensión espiritual; contemplaba a Dios majestuoso, omnipotente, omnipresente y comenzaba a alabar a Dios hasta alcanzar un nivel de fe cada vez mayor. Esa fe y obediencia trajeron al tan esperado Isaac (Romanos 4:16-24)
El ejemplo de Abraham nos enseña que debemos desechar el punto de vista natural de las cosas y adoptar el punto de vista que nos da la fe. No miremos nuestras propias limitaciones o a la montaña de dificultades que bloquean nuestro camino y miremos a Jesús. Aun en los momentos en que todo parezca salirnos mal, La montaña de problemas no puede atajarnos si avanzamos tomados de la mano de Jesús. Jesús apartará la montaña o nos mostrará un sendero por el cual cruzarla, o nos elevará por encima de ella.

Ante la pregunta de Cristo, el padre del muchacho epiléptico pidió a Jesús que ayudara su poca fe (Mc 9,24). Si somos conscientes de la debilidad de nuestra fe y de la profundidad de nuestro pecado, comprenderemos que sólo la oración puede hacer crecer nuestra fe y experimentar la misericordia de Dios.
Es bueno apoyarse siempre en la promesa de Cristo, que nos invita a pedir todo siempre en el nombre del Padre.

Oseas profetizó a Israel “Ustedes que han caído por su pecado pero aún son pueblo de Dios” (ver Oseas 14:1). “Llevad con vosotros palabras de súplica, volved a Jehová y decidle: «Quita toda iniquidad, acepta lo bueno, te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.” (Oseas 14:2).
La oración de Israel fue simple. Todo lo que ellos le pidieron a Dios fue que quitara su pecado y que los recibiera con gracia. “¡Señor ten misericordia! Limpianos y recíbenos bajo Tu gracia.” ¡Dios no solamente los limpió y los recibió con gracia sino que Él también les añadió bendiciones que fueron más allá de lo que ellos podían imaginar.

“Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia, porque mi ira se apartó de ellos. Yo seré a Israel como rocío: él florecerá como lirio y hundirá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas, su gloria será como la del olivo y perfumará como el Líbano. Volverán a sentarse a su sombra; serán vivificados como el trigo y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano” (Oseas 14:4-7).

El rocío del cielo (14:5) es la presencia del Señor. Hasta ese momento había sequía y todo estaba desvaneciendo porque el favor del Señor se había apartado. Pero ahora, debido al arrepentimiento verdadero y a la oración proveniente de un corazón honesto, Dios dijo que Él traería vida a todo lugar. ¡Israel no solamente fue perdonado sino también revivido! Ellos ahora estarían bien cimentados, expandidos y prosperados!
Todo lo que ellos pidieron fue misericordia, perdón y aceptación. En su lugar, ¡Dios abrió las ventanas de los cielos y derramó sobre todos ellos bendiciones que ellos nunca pensaron recibir! ¡Dios respondió su oración sobreabundantemente!

Sr Queiruga: No creo que Dios juegue con su pueblo. Cuando Abraham oró para que Dios perdonara a Sodoma (donde vivía su sobrino Lot), el corazón de Dios fue movido a salvar la ciudad aún si tan solo vivieran diez justos en esa ciudad. Y Abraham pidió esto mientras lo ángeles que traían el juicio ya estaban entrando a la ciudad. Estoy convencido que el pueblo de Dios hoy en día debe acercarse a Dios de la misma manera.
Zacarías nos dice que Dios ha asignado tres lugares donde su pueblo puede pedirle a Él en oración.

De acuerdo con lo que nos dice Zacarías hay tres lugares desde donde se deben elevar las oraciones: (1) la Casa de Dios (la iglesia), (2) cada hogar, y (3) el lugar secreto. El Señor le dijo a Zacarías, “Y derramaré sobre la casa de David…, espíritu de gracia y de oración…; Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí (símbolo de la iglesia)…, los descendientes de la casa de Leví por sí (la familia o el hogar), y sus mujeres por sí (individuales)” (Zacarías 12:10,12-13, ).

Mientras Zacarías hablaba esto, el pueblo de Israel estaba rodeada de enemigos dispuestos a destruirlos. Había gran temor y terror, pero en el medio de todo esto vino esta maravillosa palabra de Dios, “Dios va a tratar con los poderes de los enemigos que se han levantado contra ti. Así, que comienza a orar fervientemente en el santuario. Comienza a orar en tu casa. Y a orar en tu lugar secreto. El Espíritu Santo viene, y Él te llenará de espíritu de súplica y gracia, y te capacitará para orar”.

¿Ve el mensaje de Dios en este pasaje sr Queiruga? El le dice a la iglesia en cada tiempo, “En tiempos de temor o temblor quiero derramar mi Espíritu sobre ti. Pero debo tener un pueblo de oración sobre quien derramarlo”.

Sr Queiruga: Los primeros Cristianos no anduvieron en confusión. ¡Ellos fueron dirigidos por el Espíritu en cada decisión, cada movimiento, cada acción! El Espíritu les hablaba y los dirigía en cada hora de su andar. Ninguna decisión era hecha sin antes consultarlo. El lema de la iglesia a lo largo del Nuevo Testamento fue: “¡El que tiene oídos para oír, oiga lo qué el Espíritu tiene que decir!”

Si andamos en el Espíritu, entonces debemos creer en el rescate sobrenatural de Dios de cada cautiverio de Satanás. No importa si Dios tiene que crear un terremoto para hacerlo. De hecho, eso fue exactamente lo que El hizo por Pablo:
“Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:26).

La vida de Cornelio prueba que Dios busca una devoción de todo corazón, obediencia, y oración sin cesar. Considere las maneras en que este devoto hombre de Dios salvó a su casa y los milagros que resultaron por su devoción.
“Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada ‘la Italiana’, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios” (Hechos 10:1-2).

Cornelio debería avergonzarnos a todos. Él no tenía libros con enseñanzas; él ni siquiera tenía un maestro. Él no era un Judío prosélito sino que simplemente era un hombre desesperado por tener a Dios. Lo que él había aprendido, lo había logrado de manera difícil – sin seminarios, sin convenciones, sin estudios teológicos, sin libros de cómo recibir de Dios. Ni tenía aún al Espíritu Santo dentro de él todavía, para animarlo a orar y a buscar el rostro de Dios. Sin embargo, él ayunaba y oraba siempre.

Sr Queiruga los hombres que oran, siempre atraen la atención de Dios; y el hombre que ora escucha a Dios hablar. Esto ha sido siempre así desde el comienzo.
Como bien dice Xabier Pikza: estoy convencido de que la oración, en forma de alabanza y petición (y de otras formas) pertenece al despliegue “divino” de la historia humana. … Estoy convencido de que la auténtica petición ensancha el corazón, nos abre a lo divino…
Respondiendo Jesús, les dijo: “De cierto os digo si tuvierais fe, y no dudarais… si a este monte dijereis: quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis (Mateo 21: 21-22).

Cuando creemos que recibimos, debemos actuar de acuerdo con ello. Los que oran a Dios pidiéndole que los utilice, salen en fe para hacer lo que Dios les indica que hagan, confiando en su poder para hacerlo.
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma… yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:17-18).

Creer es estar cierto que todo es posible para Dios. Estás expresiones se repiten a menudo en el Evangelio: “Nada es imposible para Dios”. “Para los hombres es imposible, para Dios es posible”.

El filósofo Soren Kierkegaard se refirió a la ocupación de los cristianos como un narcótico. Observó que nos lleva a tener doble pensamiento. Dijo que, según las personas caen en tareas más profundas, su amor por la verdad se le escapa más y más hacia el olvido. Entonces, con el estímulo masivo de sus actividades y sus demandas de su tiempo que van en crecimiento, se les hace imposible que ellos entiendan el peligro en el cual se encuentran. Ellos tienen el espejo de la palabra de Dios pero no pueden estarse quietos lo suficiente como para ver lo que refleja.


Sr Queiruga, Cualquier persona que ora azota el infierno. Y Satanás hará todo lo que este en su poder para callar las oraciones de esa persona. Daniel había probado la efectividad de sus oraciones bajo Nabucodonosor y Belsasar. Ahora, bajo el reino de Darío, Satanás inició una gran conspiración para silenciar las oraciones de Daniel. Las oraciones del profeta habían estremecido tanto al infierno que un diablo enfurecido organizó el gobierno completo de Babilonia en contra de Daniel.

Estimado Queiruga: Abandone su teología y vuelva a la simplicidad. La fe es un don, no un diploma. La fe no debe ser una carga o un rompecabezas. Mientras más de niño sea, funcionara mejor. No necesitas una conferencia o un libro de texto – no necesitas un guía. El Espíritu Santo te llevara mas cerca de Jesús






1 comentario:

  1. Hay señor Queiruga como le han dado en las narices, estoy de acuerdo enque la fé no es un tituloes un don y ese4 don ¿por que lo mancillamos?

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