viernes, 28 de junio de 2013

La última joya de Torres Queiruga



El libro de Torres  Queiruga intenta ofrecer algunos rasgos fundamentales de una visión actualizada del misterio de Dios. Tratando de evitar el dogmatismo y continúa cuestionando de manera crítica el problema del mal y el cuestionamiento de la oración de petición.


Los cristianos sabemos que la petición es infalible: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abre” (Mt 7, 7-8). Las peticiones llamadas y búsquedas del mundo acaban muchas veces en fracaso. Dios es diferente: la puerta de su corazón se mantiene siempre abierta, atentos a sus oídos, despierta su mirada. Dios nos oye por el Cristo, de manera que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Jn 16,23).

Algunos “teólogos” se desaniman por las oraciones sin respuesta y al final, simplemente se dan por vencidos. Ellos piensan: “La oración no funciona para mí y ¿Por qué debería orar si no tiene efecto?”

Los israelitas en el tiempo de Isaías adoptaron la misma actitud. Isaías escribió: “Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia…me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido?” (Isaías 58:2-3).

Estas personas también  estaban diciendo: “Yo amo a Dios. Hago el bien y evito el pecado, y hasta hace poco había sido fiel en buscarle en oración, pero, ¿sabes qué? Él nunca me contestó. Entonces, ¿por qué debo seguir afligiendo mi alma delante de Él?”

Santiago nos dice que Dios no contesta las oraciones de los que piden cosas simplemente para satisfacerse a sí mismos: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3). En otras palabras: “No estás pidiendo la voluntad de Dios. No estás preparado para someterte a lo que Dios quiera, en lugar de eso, estás tratando de dictarle a Él aquellas cosas que satisfarán tu propio corazón”

Nuestro Dios es absolutamente fiel. Pablo nos dice: “…sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Él está diciendo: “No importa si escuchas un millón de voces gritando: ‘La oración no da resultado. ¡Dios no me escucha!’ Que todo hombre sea llamado mentiroso porque la Palabra de Dios permanece. ¡Él es fiel para escucharnos!”

Jesús también nos dijo: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” (Mateo 21:22). En sencillas palabras, Cristo está diciendo: “Si realmente crees, estarás dispuesto a esperar y estarás expectante por una respuesta de tu Padre celestial. No importa cuánto tiempo tarde,mantendrás la fe, creyendo que Él contestará.”

“¡Que grande es la bondad de Dios, que ha guardado para los que te temen, que ha mostrado a los que esperan en tí, delante de los hijos de los hombres!” (Salmo 31:19). “Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.”(34:10).

Yo creo que la “perseverancia en la oración” significa: la fortaleza, el poder, la exhortación que  recibimos del Señor mientras uno se encierra con él, y las cuales nos ayudarán a pasar sus pruebas venideras. La victoria que obtenemos se obtiene en el lugar secreto que tiene que darnos la victoria en su campo de batalla.

¿Que obtiene usted exactamente del tiempo de oración si no le va a ayudar a vencer su batalla? “Perseverancia en la oración” significa esperar el cumplimiento de su oración. Muchos cristianos solamente ven oraciones contestadas a medias porque no permiten que aquello que han recibido del Señor en oración les permita pasar la prueba.

Tal vez la oración es para Queiruga una carga. ¿Es para él la oración aburrida? ¿ Es un deber más que un placer?

Muy pocos cristianos entran en la presencia de Dios con deleite, por el simple placer de estar en su compañía. Algunos piensan que la oración es “trabajo.” Sin embargo, cuando nosotros convivimos con personas que amamos aquí en la tierra, ¿lo  catalogamos también  como trabajo? No, ¡es un placer para nosotros! Si usted está felizmente casado, usted no piensa en los tiempos de intimidad con su cónyuge como “trabajo.”

Dios compara su relación con sus hijos como la relación entre un esposo y su esposa, y en la Biblia también encontramos que ¡Jesús se deleita en nosotros! Es un hecho que el placer de un esposo en disfrutar intimidad no se basa en satisfacer sus propios deseos. No, su placer verdadero se encuentra en saber que su esposa goza de ese mismo deleite. Él dice en su corazón, “ella realmente quiere estar conmigo. ¡Yo soy primero en su corazón, yo soy todo para ella!”

Nosotros sabemos que el Señor se deleita en su pueblo. David también dijo, “Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí.” (Salmo 18:19). La Escritura nos da una imagen del Señor y su exuberante deleite en nosotros.
Sin embargo, ¿ nos deleitamos nosotros en Él? La Biblia nos dice: “Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón. (Salmo 37:4). Deleitarse en el Señor no significa simplemente estar feliz en su presencia.

Los discípulos le dijeron a Jesús, “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). Ellos no hubieran preguntado a menos de que quisieran aprender. Yo creo que a Queiruga le encantaría ser fiel en  la oración pero no sabe cómo. Él simplemente no comprende el propósito de la oración y hasta que no entienda este propósito vital, nunca podrá mantener una vida de oración significativa y plena.


Una de nuestras mayores preocupaciones debiera ser mantener una vida de oración. Cuando descuidamos la oración, entristecemos al Espíritu de Dios.
Sí, es posible que nosotros agraviemos al Espíritu Santo. Pablo escribe lo mismo cuando dice: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios" (Efesios4:30).

En efecto, el Espíritu comparte el dolor de Dios a causa de la incredulidad de su pueblo y la falta de oración. Consideremos sólo algunas maneras poderosas en que el Espíritu Santo juega un rol en nuestras oraciones:

  * A través de la oración el Espíritu Santo manifiesta la presencia de
Cristo en nosotros.
  * A través de la oración del Espíritu sella las promesas de Dios en
nuestros corazones.
  * A través de la oración el Consolador nos habla de esperanza.
  * A través de la oración el Espíritu libera sus ríos de consuelo, paz y
descanso en nuestras almas.

Jesús es el primero de todos los orantes que ha pedido la ayuda de su Padre. Sabe que “Dios le ha dado todo” (cf Mt 11, 25-27), pero al mismo tiempo todo lo pide como don, como regalo que recibe de su gracia. Siguiendo a Jesús, los cristianos también piden, de manera que Dios viene a revelarse para ellos como aquel que les escucha y les responde.

A mi juicio, el desprecio por la fe de los sencillos es una de las cualidades más habituales de los teólogos heterodoxos. No es algo exclusivo de la heterodoxia, ciertamente, pero sí característico de la misma. Desde el mirar por encima del hombro a la “fe del carbonero” hasta las palabras terribles del sacerdote Andres Torres Queiruga, la heterodoxia suele reírse de los sencillos .Por eso, los que han hecho el “descubrimiento” del reiki, de resurrecciones “en el corazón de los discípulos” o de una moral más “al día” que la de la Iglesia se ríen de procesiones, rosarios, novenas, jaculatorias, la intercesión de los santos y devociones marianas. Igual que este pobre ” teólogo”, Dios le perdone, cree que su "teología" es más elevada que la fe sencilla y firme que nos han trasmitidos nuestras madres.

La gran diferencia entre la fe ortodoxa y las deformaciones heterodoxas está en la humildad. No hablo del grado en que una persona concreta tiene la virtud de la humildad, porque eso es algo que sólo Dios puede juzgar. Más bien, me refiero a una humildad básica y previa a la virtud del mismo nombre, que viene dada por la fe. Al igual que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, la fe es el principio de la humildad. Y esto me hace recordar las palabras de Queiruga: “Andrés Torres Queiruga dice sentirse "sorprendido, escandalizado y triste". Sorprendido "por lo insólito del procedimiento". Escandalizado, porque las pegas que le ponen a su obra "pasarían con mucha dificultad un examen serio de Teología".

La soberbia es mala, pero cuando se conjuga con la ignorancia brutal no existe nombre en el idioma castellano para ella.

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