domingo, 23 de junio de 2013

Un obispo sin sacerdotes es como un entrenador sin futbolistas




Parece que el mayor índice de secularizaciones de curas jóvenes, 8 en los últimos años con solo 2 ó 3 de ministerio lo tiene el de Mondoñedo Ferrol.

 La Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, la de la Galicia do Norte, un territorio que se extiende desde la desembocadura de los ríos Xuvia y Belelle hasta la del Eo, y que tiene su corazón (si no geográfico, sí al menos espiritual) en la Terra Chá luguesa, cuenta con 117 sacerdotes, a los que ayudan seis religiosos, para atender 422 parroquias. Y en la actualidad solo cuenta, en el Seminario Mayor, con cuatro seminaristas que se preparan para ordenarse. Son datos difundidos por el Obispado, en vísperas del Día de la Iglesia Diocesana, que se celebró, el  domingo 18 de noviembre del 2012.


Curia es la "casa del Kyrios" o Señor, con sus departamentos, habitaciones y servicios. En sentido estricto, en la Curia sólo hay un Kuros o Kyrios, y los demás son servidores. Ésta es una palabra que cuadra con la administración del Vaticano, que nació en su forma actual tras el Concilio de Trento.
Antes, la Iglesia de Roma tenía una administración patriarcalista, con sus valores y defectos, aunque en los últimos decenios había caído en un fuerte nepotismo, gobierno de clanes, nepotes, familias, según turnos papales. Pero, en un momento dado, en la segunda mitad del siglo XVI, cuando se organizaban los nuevos estados (España, Francia, Inglaterra), también el Vaticano quiso e instituyó un "gobierno racionalizado", con el Kyrios-Papa y sus delegados y administradores.
Esa administración curial ha funcionado, pero ahora parece absolutamente en Crisis

Si las cosas no cambian muy pronto, de aquí a diez años, el catolicismo será un residuo histórico, una curiosidad del pasado, reducida a casi nada, y que se recordará como ahora recordamos los tiempos antiguos, cuando a los herejes se les quemaba en la plaza pública o los esclavos se compraban en el mercado.

El papa Francisco pidió a los sacerdotes "ser pastores con olor a oveja"

Francisco habló de la necesidad urgente de que la Igelsia salga de sí misma, hacia la periferia.

"Hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones", dijo. "No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada", agregó.

Francisco, el papa de los pobres, que rechazó la cruz pectoral de oro, quiso un anillo del pescador de plata dorada y se resiste a utilizar paramentos recargados, como si fuera un rey, pareció explicar su rechazo a todo eso.

"La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos (...). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires", señaló.
Y advirtió que "de la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por las vestimentas, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo", es necesario "pasar a la acción".

 El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos", destacó. "La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón", insistió.

 Las consecuencias, que todo esto arrastra, le llaman la atención a cualquiera. Por ejemplo, es notable la cantidad de iglesias y conventos que se están vendiendo, en Alemania, Holanda, Austria, Francia..., para dedicarlos a centros comerciales, salas de cultura, almacenes, hoteles, etc. En la mayoría de los conventos, lo que predomina son los ancianos y ancianas, mientras que los noviciados se han agrupado porque ya quedan pocos y además están medio vacíos.

 ¿Quiere decir esto que la Iglesia se hunde y desaparece? No. Lo que quiere decir, por lo pronto, es que el tipo de sacerdotes, obispos y papas, que viene teniendo la Iglesia, desde hace un siglo, ya no sirve para estos tiempos y para la cultura dominante. Pienso que esto no es una hipótesis. Es un hecho, que ahí está, a la vista de todos. Es más, no se trata sólo del tipo de personas que ocupan esos cargos. El problema está en los cargos mismos. Quiero decir: la Iglesia se tiene que organizar de otra manera. Se les tiene que dar más poder de participación a los laicos. Más presencia a las mujeres. Más autoridad a las Conferencias Episcopales en el gobierno general de la Iglesia. La Curia Romana tiene de cambiar de manera radical. El poder supremo, en la Iglesia, no puede seguir concentrado en un solo hombre, el papa.

Durante siglos se interpretó las palabras de Cristo en el sentido que el discípulo de Jesús debía ejercer las mismas estructuras de poder de siempre con un espíritu nuevo, de una manera diferente. El resultado fue que se ejerció la autoridad como siempre pero con buenos sentimientos. La Iglesia cayó en la misma deformación que afecta las sociedades civiles o el pueblo de Israel, es decir, cometer la injusticia con buenos sentimientos. Dio a la destrucción de personas un sentido edificante. Así fue la Inquisición y todas las imitaciones de la Inquisición. Todo se justifica por el bien de la persona perseguida, torturada o muerta. El ser cristiano actuaría como todo el mundo, y añadiría solo buenos sentimientos y sentido religioso: todo por el bien de Dios y de su Iglesia.

Jesús no viene a cambiar solamente la subjetividad, sino la misma estructura de las relaciones sociales. Su ejemplo enseña la estructura de autoridad que debe prevalecer.

Jesús no usa ninguna forma de coerción para imponer su voluntad. No tiene armas, no puede amenazar, no quiere castigar (Lc 9,51-56). No tiene medios de defensa contra sus adversarios ni siquiera a la hora de la prisión, de la condenación o de la ejecución. Está incapacitado de ejercer la más mínima violencia. No solo no practica la violencia, sino que no tiene los medios de practicarla si quisiera. No tiene los medios de violencia en la reserva, lo que constituye una amenaza. Una sabiduría política tradicional dice que se necesita mostrar las armas para no tener que usarlas. Jesús no puede mostrar las armas que no tiene.

 Está visto que de esa manera la Iglesia no puede ni aceptar en ella el complimiento de los derechos humanos. Muchos menos, el Evangelio. Por supuesto, debe modificarse el sistema económico de las diócesis y del Vaticano, que, cuanto antes, debe dejar de ser un Estado.

La Iglesia católica romana, en su momento actual, es más que nunca un conglomerado jerarcológico. Pero no creamos que tanto el diaconado como el presbiterado cuentan. Existe, dentro del presbiterado, digamos un alto clero, de cuyas filas se nutre el episcopado. Un episcopado que tiene rehén a toda la Iglesia, en todo el mundo. Unos obispos que no están dispuesto a abandonar su elevada situación, tanto social como religiosa, y que trata de dominar mediante un funcionariado la porción de iglesia que se le ha encomendado. Es una situación lamentable, que conduce sin duda a la desaparición de la iglesia de Jesús. No ya de los ámbitos de poder y cultural, que es bueno que abandone, sino de los ámbitos de servicio y ministerio de compasión y espiritualidad. Tanto el Papa como su corte y los obispos repartidos por todo el mundo nos llevan a la clausura de la iglesia de Jesús. Un milagro no nos salvará, pero sí un proceso democrático que elimine a tanto elemento obsoleto.

Lo que ha de hacer el Papa, y ha de hacerlo bien, es ser buen obispo de Roma, dando así ejemplo a todas las iglesias como lo está haciendo Francisco...
Pero ¿cómo podrá empezar la reforma-refundición-abolición de la Curia? Deberá pensarlo el mismo Papa y los que andan por allí, si son capaces de auto-disolverse, para que la Iglesia sea comunidad de comunidades...


No hay comentarios:

Publicar un comentario