domingo, 10 de mayo de 2015

La tentación del poder

 

«Mostrándole los reinos de la tierra, dijo el Diablo: todo esto te lo daré si me adoras, pues yo se lo doy a quien yo quiero...» (Lc 4, 5-6). Largos siglos llevaba Israel esperando la llegada de un Reino universal, sabiendo que tras muchos imperios despiadados y reyes injustos debía surgir el príncipe Mesías.
 
"Di que estas piedras se conviertan en panes". Que todas las piedras se conviertan en pan fácil e inmediato: ¿qué más quisiéramos? ¡Pero qué engañoso es!
Es la tentación de satisfacer ya todos nuestros deseos y apetencias, es la tentación de poner nuestro interés inmediato por encima de todo lo demás, es la tentación del consumismo compulsivo y desaforado, es la tentación de pensar que seremos más felices teniendo más.
 
El Diablo le ofrece un Imperio mundial, a la fuerza, en la línea del César de Roma, con lo que eso implica de adoración del Diablo, al Poder, no un Reino que brota y se expande en gratuidad y diálogo como en Is 2, 2-4. Pero Jesús rechaza su propuesta, porque un imperio y paz a la fuerza implica la destrucción del hombre. Él quiere imposición, autómatas o esclavos, sino amigos e hijos de Dios, oponiéndose así al despotismo del Diablo, que crea un espléndido rebaño, pero mata al ser humano.
Ciertamente, quiere Reino, pero en línea de Dios, no para conquistar el mundo, como el César de Roma, sino para reconciliar en libertad y amor a los hombres. No ha tomado el pan sin Palabra, tampoco puede aceptar el reino sin libertad (con adoración del Diablo). Ciertamente, pueden discutirse muchos rasgos de su proyecto, pero el sentido es firme: Él no ha querido el poder para dominar a otros (eso es del Diablo), sino para crear vida, enseñar y curar en libertad, en contra de algunos que se han dicho más tarde cristianos.
 
Yo creo que una verdadera iglesia del Espíritu Santo será la linterna de Dios, buscando a través de la ciudad, por lo que será muy molesto para los que se han acomodado. La Palabra de Dios lo llama “ser vaciado de vasija en vasija” en Jeremías 48:11-12: “Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado”. Estas personas se negaron a participar y prefirieron la calma, paz y tranquilidad de la prosperidad, negándose a ser examinados, conmovidos, o convencidos de pecado.

Si supiéramos lo cerca que estamos del regreso de nuestro Señor, que cerca de los ardientes juicios, daríamos gracias a Dios por conmover nuestros corazones. Abriríamos nuestro corazón  cada día, eliminando las escorias. Agradeceríamos a Dios por los ministros del evangelio que nos siguen llamando a caminar en la justicia y en el perdón que inundan nuestras almas con la Palabra de verdad que penetra y convence de pecado. En el Día del Juicio, estaremos eternamente agradecidos con Dios por haber sido despertados por los mensajes de alerta que nos han llevado al arrepentimiento y al verdadero temor de Dios.

¡Mis maletas están listas! Estoy listo y anhelando ver a Jesús cara a cara.

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